miércoles, 4 de mayo de 2016

Radiografía de un dolor inesperado


[…] Beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe [...]
Esta es la radiografía de un dolor inesperado, ese que jamás piensas que vayas a sufrir, el que te golpea de pronto y sin avisar, el que no te da tiempo para prepararte. Hay veces en que sabemos que algo va a pasar y podemos hacernos a la idea, buscar soluciones antes de que aparezca el problema, pensar en cómo vamos a afrontarlo.
Nadie te dice qué hacer cuando algo así pasa. Nadie te enseña nunca a afrontar según qué cosas. Nadie te dice que el dolor inesperado es el peor dolor, porque es el que no te suelta, el que te pesa en el corazón y te inunda la cabeza de tristes ideas. Ningún instituto ni universidad te enseña qué hay que hacer cuando alguien a quien quieres te aparta de su lado, ni cómo lidiar con ese dolor.
Es mucho peor cuando ni siquiera sabes la razón que hay detrás del adiós.
¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? ¿Por qué así? ¿Cómo hemos pasado de hablar como lo hacíamos a esto? ¿Qué he hecho para merecer, de repente y sin aviso, tu desprecio simbolizado en ese doloroso silencio con que me golpeas? ¿Qué te he hecho tan grave como para que haya pasado de ser la persona en quien confiabas para transmitir mensajes y detalles a los demás y con quien reías e incluso tomabas cañas en noches de teatro a ser una indeseable, exiliada en el desierto de tu descontento? ¿Cómo quieres que me olvide de todos los momentos vividos contigo, que para ti eran simplemente momentos sin más (y yo siempre fui consciente de ello y jamás me figuré que fueran otra cosa o tuvieran verdadera importancia para ti), cuando eres una de las personas que más feliz me ha hecho en años? Y sobre todo, ¿cómo he podido hacer algo tan malo, sin saberlo, que ni siquiera soy ya digna de que emplees unos segundos de tu tiempo para explicarme qué ha pasado? No me parece justo. No es justo.
Podría ocupar páginas y páginas hablándote del dolor que siento, de cómo me duele ver tu foto en todas partes, verte sonreír en los medios, releer los mensajes que con tanto cariño me escribiste. Pero creo que no hace falta. Creo que sabes el daño que me has hecho. Creo que eres muy consciente de lo mal que me iba a hacer sentir tu decisión de apartarme así de tu carrera y de tu lado (no voy a decir de tu vida porque sé que nunca formé parte de ella, ni yo lo pretendí siquiera una sola vez pues así tenía que ser). Creo que sabes que te echo de menos cada día y que no pasa una sola jornada sin que me acuerde de ti. Creo que sabes que eres todo lo que siempre he querido ser como profesional. Y eso es lo que más me duele y sin duda lo que más me entristece. Lo sabes y aun así te ha dado igual. Lo sabes y decidiste no hacer las cosas de una manera menos traumática. Me has visto ahí, a tu lado, en los momentos buenos y también en los malos de tu existencia durante tres años, apoyando todo lo que has hecho, siempre fiel, siempre luchando para que tus sueños se hicieran realidad. Luchando como una más, desde luego, como una entre muchos que te queremos y deseamos verte triunfar y en lo más alto, porque es lo que mereces. Nunca me he considerado importante ni especial dentro de ese grupo de gente que te queremos tanto, pero descubrir que ni siquiera te importo lo suficiente como para decirme a las claras qué te ha molestado tantísimo de mí me ha causado un dolor que no hubiera podido imaginar que me causarías tú. Saber que todo el esfuerzo que he hecho durante tres años con enorme gusto y con inmensurable ilusión, esperando a cambio solamente disfrutar de ti y tu trabajo, únicamente ha servido para que te formes tan nefasta opinión de mí es sencillamente devastador. Es lo que me está aniquilando por dentro cada vez que miro cualquiera de las fotos que nos hicimos juntas. Es tu silencio el que me hace daño.
Silencio…
Me siento como si fuera adicta a una droga y no pudiera encontrar más. Hay algo que me sangra por dentro, y es una herida que sé que sólo se puede cerrar si eres tú quien acude a vendármela. Veo tu mano cerca y no sé si vienes a ayudarme o a echar más sal en la herida. No me cabe en la cabeza pensar que de verdad creas que he tenido alguna vez la intención de molestarte, hacerte daño o causarte cualquier perjuicio, así que solo me queda pensar que conocer mi buena intención para contigo no ha sido suficiente para ganarme tu perdón, sea lo que sea lo que te ha herido tanto. Puede que nunca lo sepa. Puede que nunca vuelvas a hablarme, y ese pensamiento me hunde en un laberinto de oscuridad del que no sé si existe salida.
No sé qué va a ser de mí en este aspecto. No sé si estoy pasando por una suerte de proceso como las cinco etapas del duelo, adaptado a otra situación, pero por suerte sin tener que lidiar con el fallecimiento de una persona. Negación, ira, negociación, depresión, aceptación… me veo bastante reflejada en casi todas esas etapas.
Pero sí sé una cosa. Pase lo que pase, voy a seguir ahí. Espero que contigo. Espero que, con el tiempo, hablando contigo como hablábamos antes, dándote un abrazo, escuchando tus palabras, viendo la ilusión en tus ojos como la veía antes cuando te hablaba de tu trabajo. Una ilusión que era la mía también, incontenible siempre por el simple hecho de estar a tu lado. Pero si no puede ser, si nunca logro el perdón que tanto ansío, al menos espero que sepas (sé que lo sabes) que siempre voy a admirarte, apoyarte y quererte. O eso creo. Eso espero. Estoy segura de ello. Y lo sabes.
Si las Musas me hubieran dado el don de la poesía, serías un poema. Si pudiera coger una guitarra o un piano y componer como ese artista malagueño que nos encanta a las dos, serías ya la canción de  amor arrebatador más triste. Porque te quiero. Te quiero y nunca me ha dado vergüenza decírtelo, a veces con muchas personas pendientes de mis palabras (¿te acuerdas, aquella noche en el Matadero?). No se trata de amor romántico ni de enamoramiento. Los tiros nunca han ido por ahí. Pero hay muchas formas distintas de amar, y sin duda yo te he querido muchísimo, y todavía te quiero y sé que siempre lo haré.

“Si es tan sólo amor”, decían Revólver en una de sus canciones más conocidas. Y sí, es tan sólo amor, pero no se me ocurre nada más poderoso ni más necesario. Aunque a veces haga tanto daño.

miércoles, 30 de marzo de 2016

#3


Aún recuerdo como si fuera ayer la emoción que me recorría de pies a cabeza cuando me senté en aquel palco de platea del Teatro Calderón, un 31 de marzo de 2013.
Aunque la admiraba desde que comenzó su participación en La que se avecina (reconozco que antes no la conocía ni había visto ningún otro trabajo suyo), no fue hasta el verano de 2012 cuando me reenganché a la serie, que había dejado de ver por razones que ya no recuerdo, y me enamoré de la actriz que es Cristina Castaño. Desde entonces, había esperado una oportunidad para poder verla actuar en directo, y esta se presentó en ese día de marzo, en un espectáculo llamado "La Golfa", un divertidísimo ejercicio de improvisación que la compañía Jamming lleva a cabo con invitados muy conocidos.
El espectáculo me encantó, pero pensándolo hoy, creo que apenas me enteré :) estaba demasiado emocionada por lo que iba a pasar después. Al término del show, todos los componentes de Jamming y Cristina salieron al hall del teatro para recibir las felicitaciones del público y hacerse fotos con los que así lo desearan. Yo me acerqué casi temblando (¡qué vergüenza, por Dios! lo que hacen los nervios, incluso en gente ya mayorcita como yo). Cristina sabía que yo estaba allí porque habíamos hablado de ello en su página de Facebook, pero claro, nunca nos habíamos visto en persona y me tocaba a mi presentarme.
Nunca olvidaré su sonrisa cuando le dije quién era, ni el breve diálogo que siguió después y que fue algo así:
"Hombre, ¿eres tú? ¡Encantada! ¡Qué bien que hayas venido! ¿Te ha gustado?"
"Sí, me ha encantado... ¿Nos podríamos hacer una foto?"
"Claro que sí"
Al día siguiente, cuando subí a mi Facebook personal la foto que encabeza este escrito, escribí lo siguiente;
Aquí con la gran Cristina Castaño (La que se avecina, Herederos)... excelente actriz y una persona encantadora y muy cercana. ¡Gracias, Cris!
Qué poco me parecen esas palabras comparadas con lo que ha sido después todo. Qué corta me quedé. Qué poco sabía yo lo que iba a significar esta persona para mí.
De todo esto hace ya tres años, como digo. Tres años en los que, poco a poco, por el sencillo método de continuar asistiendo a las actuaciones en directo de Cristina en Madrid, me fui dando cuenta de que esta mujer es especial y que jamás yo había admirado o incluso querido tanto a ningún artista o a alguien fuera de lo que es mi familia y amigos. El Club de la Comedia, más "Golfas" de Jamming, Clicks, El Profeta Loco, conciertos, El lenguaje de tus ojos, Cabaret... tres años de teatro a su lado y tres años de recuerdos imborrables en los que he recibido mucho, muchísimo más de lo que yo esperaba.
No voy a decir "me has cambiado la vida", porque lo cierto es que mi vida se sigue pareciendo bastante a como era hace tres años, en lo bueno y en lo malo :) pero sí diré que, gracias a ti, mi vida ha sido mucho más bonita en momentos en que lo necesitaba de verdad. He pasado por cosas muy duras en estos tres años, y poder disfrutar de tu trabajo o de charlar contigo aunque fuera un minuto siempre ha sido una de mis mejores medicinas.
Como siempre te digo, GRACIAS, maestra. Gracias por interesarte siempre por mis cosas y por preocuparte por mi (mi amiga María en Alcalá de Henares, después de hablar contigo tras la función que hicisteis allí de ELDTO: "No me puedo creer que Cristina estuviera preocupada por cómo nos íbamos a volver a Madrid ahora..."). Gracias por llenar mi vida de teatro, risas, esporádicas cervezas, sonrisas, confidencias (¿tú, preocupada aquel día de octubre por si habías cantado mal y por eso no te habían aplaudido? ¿Pero es que puede haber alguien con un mínimo criterio a quien no le guste como cantes?) y esos abrazos tuyos.
Lo único que deseo es que, cuando leas esto o cuando me veas, pienses, aunque sea por un segundo, algo como "jo, esta chica, tres años apoyándome y viniendo a verme a todo lo que he hecho", y el balance sea positivo. O al menos más positivo que negativo. Solo con eso me daría por muy contenta. Porque te quiero. Mucho. Y creo que lo sabes. Te quiero y admiro mucho más de lo que yo misma me podía imaginar en ese 31 de marzo de 2013, cuando pensaba que eras una actriz más y que yo estaba por encima de esos sentimientos de fan.
Por muchos años más, mientras tú quieras y me dejes seguir disfrutando de tu trabajo. Te quiero.



jueves, 31 de diciembre de 2015

Cristina Castaño / 2015: El camino al éxito



"El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene."
(Ralph Waldo Emerson, poeta y pensador estadounidense, 1803-1882)

El pasado domingo 27 de diciembre, Cristina Castaño acudió al programa Qué tiempo tan feliz de Telecinco para hablar (poco, lo que la dejaron) de Cabaret, el musical que protagoniza desde octubre en el teatro Rialto de Madrid, e interpretar el tema principal de la obra, ese que conoce todo el mundo y además da título al espectáculo. Tampoco era la canción entera tal cual la canta cada noche sobre el escenario (se ve que iban con prisa en el programa ese día), pero la reacción a su actuación no se hizo esperar: cientos y cientos de comentarios en redes sociales alabando la increíble y potentísima voz de la actriz gallega que seguro hicieron salir humo de su teléfono móvil con tantísimas notificaciones, menciones, tweets, "me gusta" y demás inventos de las redes sociales. Una mera anécdota, seguro, en la vida diaria de Cristina, pero sin duda muy significativa de lo que ha sido su año 2015, probablemente el mejor de su carrera hasta la fecha: una catarata continua de comentarios positivos, alabanzas, y sobre todo mucho reconocimiento y cariño de la profesión y por supuesto del público.


Se ha cumplido este 2015 uno de los sueños confesos de Cristina, uno de esos que ella pedía a finales de 2014: hacer más cine. Aunque aún no hayamos podido echarle un ojo a ninguno de sus trabajos, está ahí en la recámara La Madriguera, de Kurro González, un bonito proyecto financiado mediante crowdfunding en el que ella tiene un pequeño personaje que seguro dará que hablar. También ha participado en un proyecto precioso de marcado cariz solidario llamado Vida, que nos abre en forma de corto una ventana a la vida de las personas con discapacidad intelectual de Galicia, comunidad natal de Cristina. Junto a ella, otros gallegos ilustres de esto de la interpretación como el premiadísimo Javier Gutiérrez. También en formato corto y con aires ya de muy esperado proyecto llegará también La trampa estesia, un thriller que ha rodado a las órdenes de Eduardo Chapero-Jackson y en el que ya se ha anunciado que la actriz dará un registro absolutamente nuevo y sorprendente al público, muy acostumbrado a verla hacer comedia pero no tanto al drama. Y por supuesto, tiene que llegar también la esperada Móstoles no es lo que parece, o la importancia de llamarse Encarna. Tras tan alocado título se esconde la nueva comedia de Vicente Villanueva, en la que Cristina comparte protagonismo con Alexandra Jiménez y Victoria Abril, y en la que seguro vuelve a sorprender en tesituras en las que no estamos acostumbrados a verla. No sin razón, su personaje, María Dolores, aparece descrita en algunas sinopsis como alguien que ha pasado de ser "una peligrosa toxicómana a una ejecutiva de altos vuelos", así que espérense como mínimo algo tronchante,
No está nada mal para una intérprete que llevaba desde 2006 (Días azules) sin aparecer en un largometraje y que todavía no ha tenido un personaje al que se pueda llamar protagonista en el séptimo arte.



Y qué decir de La que se avecina, sin duda el proyecto clave en la carrera de Cristina, el que le ha permitido saltar a tantos otros personajes. La ficción de Telecinco goza de mejor salud que nunca en los audímetros, y en lo artístico, pese a las voces discordantes, sigue entreteniendo muchísimo y haciendo reír, que es lo importante. Y pocos personajes hacen reír más que Judith Becker, esa alocada psicóloga que hace ya mucho que dejó de ser una ayuda o una buena influencia para nadie. Desde el disfrute más absoluto (los espectadores apenas podemos imaginar lo divertido que tiene que ser interpretar un personaje así en una serie tan maravillosamente loca), Cristina ha tenido que lidiar con una Judith que no sólo ya no se parece en casi nada a la que llegó a Montepinar en la tercera temporada allá por 2009, sino que hace tiempo ya que cambió la encantadora indecisión e inmadurez sin malicia de antaño (por ejemplo, en sus idas y venidas con Enrique en las temporadas 4 y 5) por gestos cada vez más frecuentes de profunda mala idea e incluso estupidez (¿cómo es posible que no se dé cuenta de que casi cada cosa que hace es un paso más hacia el desastre de su vida a todos los niveles?). Un trabajo nada fácil que Cristina ha resuelto con brillantez, bordando con su arrolladora comicidad escenas que en manos de otra actriz hubieran podido resultar francamente excesivas. Cristina mantiene el encanto y la ternura de Judith, aunque a veces el guión lo ponga muy difícil. Es ella quien consigue que no quede otra solución que seguir sonriendo ante las rarezas del personaje, o incluso llorando con ella cuando tiene una escena dramática (que también las hay).


Pero a Cristina le van los retos. Sólo así se explica que se embarcara en algo tan grande como dar vida a Sally Bowles en la nueva producción de Cabaret.
Porque, sin duda, este también ha sido el año de Cristina sobre las tablas. Empezaba el año en la piel de la Princesa de Barcelona (dama formal, noble y regia donde las haya, nada que ver con Judith) imaginada por Marivaux en El lenguaje de tus ojos, un precioso montaje dirigido por Amelia Ochandiano con el que estuvo un mes en Madrid y después continuó la gira, ya empezada en 2014, por diversos lugares de España hasta terminar el 5 de junio en Gijón. No sabía entonces, seguramente, lo que aguardaba en el horizonte.
A finales de agosto se confirmaba lo que era un secreto a voces: Cristina Castaño, Dani Muriel y Edu Soto iban a ser los nuevos protagonistas de Cabaret, y la presión no podía ser mayor. Sea como sea, se pregunte a quien se pregunte, cuando se piensa en Sally Bowles se piensa en Liza Minnelli. No hay otra. Muy pocas veces un personaje ha quedado tan asociado a la imagen, la voz y el carisma de una única actriz. Contra eso tenía que luchar Cristina desde el principio, así como también (entre los más "musicaleros") contra la comparación con las Sallys españolas previas, especialmente la gran Natalia Millán o incluso Marta Ribera, hoy compañera de Cristina en la función en el rol de Fraulein Schneider. Había que ser muy valiente para atreverse a interpretar a Sally, un personaje tan explosivo, de humor cambiante, lleno de complejidad y contradicciones, más joven de lo que es ella (importante, porque ¿cuántas veces hemos visto a actrices excelentes que sin embargo eran demasiado mayores para el papel que interpretaban?), y que exigía cantar y bailar no sólo bien, sino muy bien. Y sobre todo, exigía interpretar, sentir, sangrar casi ese Berlín pre-nazi que se viene abajo y ese mundo de alcohol, nocturnidad y falta de amor en el que vive Sally Bowles. Cristina ha tenido esa valentía, y el resultado ha sido el mismo que el que siguió a la actuación en Qué tiempo tan feliz: aplausos, halagos, comentarios positivos por doquier, la admiración unánime de la profesión y la ovación emocionada del público que cada noche abarrota el Rialto y se pone en pie para recibirla cuando cae el telón. Y no es para menos. Quien no vibre con su versión de Cabaret, es que está sordo. Quien no se deje contagiar por su entusiasmo e ingenuidad, es que nunca ha vivido realmente. Y quien no se emocione y sufra con ella por lo que le ocurre en el segundo acto, es que nunca ha amado lo suficiente.

Vuelvan a mirar la foto con la que empieza este escrito. ¿Qué ven? Yo veo a alguien que está en su mejor momento y que, como dijo Emerson en la cita que encabeza este texto, está disfrutando lo que consigue y, por tanto, es feliz. No cabe duda de que también tendrá su lado malo (ya saben... últimamente parece que rondan por el Rialto unos cuantos fotógrafos ávidos por sacar fotos que hagan partícipe involuntaria a Cristina de un mundillo en el que nunca ha estado metida ni le ha interesado), pero Cristina Castaño está en el punto álgido de su carrera y, sobre todo, es una persona feliz. Y seguro que sólo ha sido el principio. 2016 la espera con los brazos abiertos.

viernes, 30 de octubre de 2015

Fans, locuras, descubrimientos y un mensaje de cumpleaños



Parece mentira, pero efectivamente no sabemos realmente lo que son las cosas hasta que nos pasan a nosotros.
La reflexión de hoy es sobre los fenómenos fan. O más bien, esa parte del sentimiento fan que lleva al seguidor a querer (sí, querer) a su artista favorito de una manera difícilmente explicable hasta el punto de que llega a ser muy importante en su vida.
Suena exagerado. Sí, a mí también me lo parecía. Y no, no hablo de hacer cola para un concierto. Eso ya está muy asumido. Hablo de esa parte del sentimiento fan que mencionaba antes, la de sentir al artista admirado tan cerca como si fuera casi otro amigo más. Sensación irreal donde las haya, desde luego. El artista no es nuestro amigo. No lo conocemos. No nos conoce. No existe ese vínculo. Pero sabéis a lo que me refiero, ¿verdad? Es más que admirar. Es viajar si hace falta a otra ciudad a verlo actuar. Es estar ahí apoyándolo siempre. Es (como no) gastarse los cuartos, pocos o muchos, en valorar su arte. Y sobre todo es desear con todas las fuerzas la felicidad a dicho artista y casi compartir su estado de ánimo.
Qué locura, ¿no? Eso pensaba yo. Siempre que escuchaba a alguien (normalmente un adolescente) hablando sobre lo muchísimo que significaba tal o cual cantante o actor para él/ella, entornaba los ojos con esa clásica expresión desdeñosa. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Esa gente no tenía vida o qué? Tales eran los pensamientos que cruzaban mi mente. Quién me iba a decir a mí, con mis casi 24 castañas de entonces, en aquel verano de 2012, que después de tanto tiempo y bastante lejos ya de la adolescencia, me iba a pasar a mí también. A mí, que llevo siguiendo a Backstreet Boys (fenómeno fan por excelencia) desde 1996 y hasta la fecha, que devoro películas y series, que sueño con escribir y actuar casi desde que tengo uso de razón para emular a quienes más admiro y cumplir mis sueños, y que jamás me voy de un teatro sin felicitar personalmente por su trabajo a los actores y actrices que más me han gustado. Vaya, que en esto de ser fan tengo experiencia. Pero nunca jamás de los jamases había tenido la necesidad de estar al día de hasta la más mínima noticia (Internet y las redes sociales nos han facilitado mucho esto… ¡si en los 90 hubiéramos tenido Facebook y Twitter para interactuar con los ídolos de entonces…!) o de disfrutar tan intensamente con el trabajo de nadie. Pues heme aquí, una tía ya más cerca de los 30 que de los 20, supuestamente hecha y derecha, siguiendo la carrera de una actriz con la misma ilusión de uno de esos adolescentes de los que antes me reía.
En realidad, todo este largo y farragoso texto es una felicitación de cumpleaños. Una más. Un año más. Y por supuesto, un humilde panegírico (uno más, siempre) a la persona que cumple años.
Que Cristina Castaño es una actriz maravillosa ya lo sabe casi todo el mundo. Y no hay discusión. Lo es y punto. Que es una soberbia cantante ya se empieza a descubrir gracias a Cabaret, aunque muchos sabemos desde hace años lo bien que se defiende con las notas y el micrófono. Que es una persona absolutamente única, encantadora y especial no sé si lo sabe mucha gente o poca. Lo que sí sé es que yo, que no puedo presumir de conocerla mucho ni de ser su amiga (no tengo esa suerte), eso lo tengo comprobado de sobras. Da igual lo cansada que esté o el tiempo que haga desde la última vez que nos vimos. Siempre tiene un abrazo y una sonrisa para mí, y no tengo palabras suficientes para agradecer el trato que me dispensa siempre.
En fin, que si estoy escribiendo esto es para decirte, Cris, lo que ya sabes de sobra, que es que te quiero y admiro más de lo que se puede expresar con palabras (¡y eso que me esfuerzo!), y que eres responsable de que haya tenido que aceptar que, a pesar de que esto ya me haya pillado un poco mayor, estoy totalmente en la fase que describía antes. Muchas veces a los fans, sobre todo cuando os queremos tanto a los artistas, se nos olvida que sois personas, que tenéis días malos, que sufrís como todo hijo de vecino y que seguramente estáis deseando iros a casa a descansar o a disfrutar de vuestra pareja, padres, amigos o perro mientras nosotros os reclamamos una foto, una sonrisa, un abrazo o sencillamente algo de vuestro tiempo. Por eso jamás me cansaré de agradecerte la paciencia que tienes siempre con nosotros, y muy especialmente conmigo, y confío en que sepas perdonar las veces que nos pasamos de la raya. Solo queremos ser cariñosos, pero nos traiciona la emoción. Por suerte, tú eres siempre tan buena y tan simpática… te mereces todo lo bueno que te pase. Te mereces todos los premios de teatro musical que haya por tu Sally. El orgullo que se siente al verte pisar el escenario con tantísima fuerza y cantar con tamaño sentimiento es demasiado grande como para digerirlo de una sola vez (¡maestra!). Te mereces ser feliz siempre, por toda la felicidad que nos aportas a nosotros simplemente por trabajar así y por ser tú.

Feliz cumpleaños, Cris. 
Siempre.



And you can tell everybody this is your song
It may be quite simple but now that it's done... 
I hope you don't mind
I hope you don't mind that I put down in words
How wonderful life is while you're in the world

jueves, 8 de octubre de 2015

Cabaret


Berlín, 1931.
Dejen sus problemas afuera...
El eslogan que lleva definiendo a Cabaret (Joe Mastertoff, John Kander, Fred Ebb) desde su estreno sigue siendo válido en 2015, porque el principal valor del show continúa intacto: Cabaret es un espectáculo de primerísimo orden y un entretenimiento de dos horas y media en las que el espectador nunca mira el reloj. No hay tiempo. Hay demasiado que disfrutar, demasiados detalles a los que prestar atención, demasiado sobre lo que reflexionar antes, durante y después de la caída del telón.
Se ha dicho hasta la saciedad que esta es la versión más espectacular jamás hecha en España del mítico musical que inmortalizó Bob Fosse en el cine. Si eso es verdad o no tendrá que decidirlo cada espectador. No nos engañemos: el listón que puso la versión de 2003, la que situó en el mapa a un entonces desconocido Asier Etxeandia y encumbró a Natalia Millán, está muy alto. El Teatro Alcalá con la platea repleta de mesas circulares simulando estar verdaderamente en el Kit Kat Klub sigue muy presente en la memoria de todos los que lo vieron. Pero no sufran. Este nuevo Cabaret de Jaime Azpilicueta (maestro de maestros de la dirección de musicales en España, a quien debemos el que para quien esto firma es la joya del género patrio, el Jesucristo Superstar producido y protagonizado por Camilo Sesto en los 70) es un regalo para el espectador. Esta vez, el Teatro Rialto se ha vestido también con sus mejores galas para pasar por el Berlín pre-nazi y el resultado es, como decíamos, un espectáculo verdaderamente impresionante. El impacto emocional de la historia sigue intacto, porque ante todo Cabaret es una muy buena obra teatral, canciones aparte, pero el efecto que logra crear en el espectador es casi de pura magia. Es como si todos los elementos encajaran a la perfección unos con otros. Cabaret es denuncia social, rabiosa y con una tensión in crescendo que acaba por hacerse insoportable sin resultar panfletaria. Es espectáculo puro y duro, picante ("Two ladies", la provocación absoluta), atrevido, entretenido (el número de "Money money" es para enmarcar) y con una música magistral. Y sobre todo es amor también, con la historia de Sally y Cliff, dos almas perdidas que se encuentran y enamoran en el peor momento. Todo eso es Cabaret, y funciona de forma sobresaliente en todas las facetas.
Muchas veces se critica en los musicales hechos en nuestro país (y no sin razón) que no hay verdaderos actores interpretando los personajes. Hay cantantes excepcionales, bailarines de enorme talento, pero no actores que sean capaces de expresar todas las emociones de los roles. Este Cabaret también es distinto en eso. No solo cuenta con un extraordinario ensemble de danza y coro que hace un trabajo de apoyo espectacular, sino que los solistas brillan por encima de la media porque, aparte de cantar a la perfección, son también actores. Muy buenos actores. Y si no, observen a esa Marta Ribera que es una delicia de escuchar cuando canta y también cuando habla, una todoterreno que ya ha demostrado su versatilidad mil veces (¡Ay, Carmela!, West Side Story, Chicago, Spamalot, el propio Cabaret en su versión anterior... ¡si es que no hay nada que no haya hecho esta artista!) y aquí vuelve a emocionar en la piel de la atribulada Schneider. Junto a ella, formando una pareja realmente encantadora, está un soberbio Enrique del Portal poniendo voz y cuerpo a los millones de judíos a quienes esperaban los tiempos más tristes y oscuros de sus vidas. O ese Víctor Díaz espléndido cuyo Ernst cae tan bien al respetable hasta que se quita el abrigo y revela la esvástica que luce en el brazo. Pepa Lucas, como la alegre y algo ligera de cascos Kost, es una de las que más carcajadas aporta incluso cuando todo se vuelve negro.
Los dos protagonistas masculinos merecen consideración aparte. Que Dani Muriel es uno de los mejores actores jóvenes de este país no es ninguna novedad para quienes hayan podido seguir sobre todo su trabajo en teatro (¿lo vieron en Las heridas del viento o Los miércoles no existen? Pues eso). Pero no deja de resultar sorprendente ya no sólo lo bien que canta (aunque cante poco) sino la maestría con la que plasma ese punto de cierta sosería inicial de Cliff, su posterior fuerza a la hora de enfrentarse a un mundo que se desmorona y por supuesto su aura de héroe romántico de Sally y de media platea. Un héroe romántico sin suerte, imperfecto, cuestionable, de sexualidad también un tanto ambigua, como la de casi todos los personajes de la obra, pero un personaje íntegro, valeroso y sincero en un ambiente en el que todos a su alrededor tienen miedo. Y un aviso. Si cuando vayan a ver la función tienen la inicial desgracia de perderse a Edu Soto, no sufran. Jose C. Campos es un regalo. Mordaz, sexy, atrevido, deslenguado, amanerado, exagerado pero nunca pasado de rosca o sobreactuado, su Emcee da los mejores y más divertidos momentos de la función. Imposible quedarse con uno solo, aunque ese previo al segundo acto que se marca (o ese fin del entreacto, como prefieran) es pura antología cómica y de improvisación. Aviso: si son vergonzosos, no se sienten en una butaca de pasillo cercana al escenario... y hasta ahí se puede leer.

Si antes se decía que esta versión tiene difícil luchar contra el recuerdo de la producción de 2003, sin duda más difícil todavía lo tenía Cristina Castaño, la nueva Sally Bowles. Liza Minnelli está en la mente de todos los espectadores, es uno de esos casos en los que el personaje se convierte casi en sinónimo de la actriz. Sin embargo, decir que Cristina salva la papeleta es quedarse muy corto. No es que se defienda, es que se come el escenario. La gallega tiene una presencia escénica poderosísima, magnética y especial, que hace que sea imposible apartar los ojos de ella cuando está en escena. Tal y como algunas críticas han resaltado, el baile es quizás la variable más débil de su ecuación, pero decir que no sabe bailar es de estar muy ciego. No es bailarina de carrera como las chicas del ensemble, de acuerdo, pero se mueve con una soltura que le va muy bien al personaje y en ningún momento da impresión de quedarse atrás. Además, qué importa eso cuando da un recital como el que da cantando e interpretando. Su Sally es encantadora, sexy (esa versión que se marca de "Don't tell mama"...), ingenua, de carácter difícil y también despreocupado, divertida e inmadura, y todo eso es capaz de plasmarlo Cristina, a veces incluso a la vez, con una sola mirada o con una inflexión de voz. Porque Cristina es muy cantante y muy actriz, y cuando mezcla las dos cosas (es decir, cuando interpreta lo que canta) es una delicia. Canta desde siempre, pero nunca había cantado tanto ni tan bien como aquí, y su versión de la celebérrima "Cabaret", llena de emoción, es ya un hito de la historia de los musicales en España. No ha nacido una estrella. Ya lo era, pero ha llegado el momento de que el mundo lo descubra por fin. Y que nunca se baje del escenario, por favor. Esa voz y esa sensibilidad son muy necesarias.
Queda para el final, valga la redundancia, el final de la obra. Lo último que el público ve antes de que todo acabe, con todo el elenco presente en escena de una manera u otra. Una recomendación: no dejen que nadie se lo reviente. No dejen que se lo cuenten, porque les estarán estropeando uno de los momentos más tensos, terribles y espectaculares que sus ojos van a ver en las tablas de un teatro, ahora o siempre. Si después de que caiga el telón siguen escuchando un redoble de tambores, no se asusten. Son los latidos de su corazón, que sigue en shock por lo que acaba de pasar en el escenario. Puede que incluso les cueste reaccionar para empezar a aplaudir. Quita la respiración y revuelve el estómago y la conciencia. Porque sí, este Kit Kat Club es menos decadente y mucho más alegre y glamouroso que en otras ocasiones, pero la obra entera está impregnada de un marcado carácter sórdido y ciertamente espeluznante, y toda esa tensión termina por estallar en ese final tan inolvidable y explosivo. Por suerte para los espectadores y por desgracia para nuestro pobre mundo.
Así pues, dejen sus problemas afuera. El Kit Kat está de nuevo abierto y esperando a que lo visiten. Y merece la pena, aunque este viaje a Berlín sea más amargo que dulce.

sábado, 13 de junio de 2015

Jurassic World (2015)

Vuelven los dinosaurios a la gran pantalla, y vuelven a lo grande.
Jurassic World es una película de aventuras 100% pura. Es entretenimiento desde el primer minuto, es acción, es tensión, es sangre y muerte (aunque es menos contundente que sus dos primeras predecesoras, esperen a ver las apariciones del mosasaurio y por supuesto la espiral de matanza del Indominus Rex) y es un divertimento de primera. En pocas palabras, es mil veces mejor que Parque Jurásico III y es la perfecta película de verano. El espectador no se acuerda de mirar el reloj ni una sola vez. No hay tiempo. Hay demasiado que ver, demasiado que disfrutar una vez la acción se traslada al parque. Hacen falta más ojos para percibir todos los detalles, los efectos visuales son absolutamente espectaculares, la isla luce más bella y peligrosa que nunca y el mundo jurásico que es ya parte de la historia del cine nunca había parecido tan real y tan vivo. Además, la película es un no parar de escenas impactantes y momentos tensos llenos de acción. Es imposible listarlos todos y además estropearía la sorpresa, pero momentos como el del ataque de los dinosaurios alados, el primer encuentro entre Owen y el Indominus, los saltos del mosasaurus fuera del agua o la secuencia a bordo de la girosfera merecen ser destacadas como ejemplo de lo que la película tiene que ofrecer, que es entretenimiento sin freno con altas dosis de espectacularidad.
Además, Jurassic World es un regalo para los fans de la saga. Su espíritu es quizás el más cercano al de la original de las tres secuelas estrenadas hasta la fecha y el metraje entero está lleno de guiños a la primera película. No los detallaremos aquí para no estropearlos, pero los fans acérrimos sin duda los van a reconocer y seguro que se emocionan al verlos acompañados del maravilloso "Jurassic Park theme" que compuso John Williams.
No todo son buenas noticias. Los personajes son indudablemente más débiles que en la primera e incluso la segunda película de la saga (¡cómo se echa de menos a Alan, Malcolm, Ellie o Sarah! Por no mencionar al emblemático John Hammond) y son una suma de tópicos andantes (el héroe masculino y más listo que el hambre, la ejecutiva pija pero valerosa, los dos hermanos no muy bien avenidos que se unen ante el peligro, el desalmado y ambicioso empresario, etc), los diálogos no están demasiado cuidados y a veces dan vergüenza ajena, el romanticismo es un pegote absolutamente innecesario, algunas partes de la trama son simplemente absurdas (¿a qué viene la importancia que se da a las habilidades como piloto del propietario del parque?), el T-Rex vuelve a ser un poco invitado de honor y se hace esperar demasiado (aunque cuando aparece... cojan aire, si es que les queda) y el sentido del humor no siempre funciona (aunque en ocasiones es muy acertado... atención al personaje que interpreta Jake Johnson). En resumen, el guión no está ni de lejos cerca de tener la calidad del de Parque Jurásico, ni seguramente tampoco del de El mundo perdido. Sin embargo, apartando las inevitables comparaciones, hay que valorarla como lo que es, un entretenimiento de primera, y como tal el guión funciona perfectamente. También funciona perfectamente Chris Pratt como heroico guerrero (que le den ya a Indiana Jones...) y Bryce Dallas Howard, más acertada de lo previsto como jefa estricta y pija pero inteligente. En el otro extremo queda un Nick Robertson que tiene la misma cara cuando mira a las jóvenes visitantes del parque que cuando deambula perdido mientras lo acechan múltiples peligros.
Mención aparte merecen los velocirraptores, de los que tanto se ha hablado por la percepción de animales domesticados que de ellos se podía tener viendo el trailer. Si durante la película se sienten estafados por lo que efectivamente parecen unos depredadores que obedecen a un humano y son acariciados como perritos (arneses metálicos de sujeción mediante, eso sí), esperen un poco más... el cambio que tan poco gustó a los más fans de la saga no es tal cambio. O quizás sí. Es cada espectador el que debe decidirlo. Lo que está claro es que la profesión va por dentro. Ojo a las escenas nocturnas de los raptores. Y hasta ahí podemos leer.
Así pues, no esperen otra cosa que la más pura esencia de Jurassic Park: Dinosaurios como auténticos protagonistas, acción, aventuras y un enorme disfrute por volver a la isla Sorna y reencontrarnos con una fantasía que fascinó a muchos y sigue encandilando a todo el que la ve. Bienvenida sea de nuevo la visión de John Hammond.

Lo mejor: La vuelta de la esencia más pura de la saga,el entretenimiento absoluto que ofrece y lo espectacular que luce todo.
Lo peor: Los personajes son planos cual tabla de surf y algunos diálogos chirrían por su debilidad.

miércoles, 1 de abril de 2015

Cenicienta (Cinderella, 2015)

No cabe la menor duda de que Disney vive uno de sus momentos más dulces en años.
Después de pasar por una severa crisis a principios de siglo con todas sus producciones animadas pinchando y confiando casi exclusivamente en Jack Sparrow y sus piratas del Caribe para salvar la papeleta de la casa de Mickey Mouse, las tornas parecen haber cambiado drásticamente para la más querida de las productoras. Los éxitos de Tiana y el sapo y Enredados en 2009 y 2010 (moderado en el caso de la primera, más rotundo en el de la segunda), allanaron el camino para el mastodóntico, incontestable e indudablemente extraordinario fenómeno de Frozen en 2014, quizás la primera película animada de la casa capaz de competir en fama y cariño popular con los grandes clásicos de los 90 o incluso de décadas pasadas de la casa del tío Walt. Con Maléfica la cosa también salió maravillosamente, al menos en lo económico. Ahora, nadando en dinero gracias a Marvel Films y sus superhéroes y a la espera de ver si Pixar se apunta a la fiesta con la recuperación de su mejor versión comercial y artística (cosa que (en lo artístico ya es más discutible) perfectamente podría suceder vista la espléndida pinta de Inside Out y las ganas que hay de The Good Dinosaur), todo son buenas noticias en Disney y se ve que quieren celebrarlo acercando de nuevo al público lo que más le gusta: los cuentos clásicos de siempre.
Cenicienta, para que se entienda rápidamente, es prácticamente un remake de la versión animada de 1950, la que enamoró y sigue entusiasmando a todas las generaciones que la ve. Eso es lo que es y no hay que esperar otra cosa. No hay que pedirle peras al olmo ni tiene sentido quejarse por su falta de originalidad, porque no pretende en ningún momento nada más que rendir homenaje a todos los tópicos del género y homenajear las historias de magia y princesas de toda la vida. Olvídense de la parodia mezclada con homenaje de Mirror Mirror (T. Singh, 2012), de las ínfulas guerreras de Blancanieves y la leyenda del Cazador (R. Sanders, 2012), de la desvergonzada y deliberada cutrez de Hansel y Gretel (T. Wirkola, 2013) o de la adolescente revisión de Caperucita Roja (C. Hardwicke, 2011). Esta Cenicienta es puro clásico, puro cuento y pura magia, y lo cierto es que el resultado, para quien le guste ese estilo, es una gozada.
Contando con un trabajo técnico verdaderamente espectacular (la recreación del reino es espectacular, y el vestuario y la dirección artística son magistrales), Kenneth Branagh se marca una de las películas más encantadoras vistas en mucho tiempo, emotiva, sentimental, llena de buenos valores y mejores intenciones, pero sin renunciar al sentido del humor (las carcajadas del público son constantes) ni por supuesto al romanticismo. Se permite además Branagh planos de gran belleza formal (ver los picados de Ella con la rama y de Kit abrazando al rey o las transformaciones de la calabaza y Ella para el baile) y filma una película que es un festival de luz y color, alegra el corazón del público con su buen rollo y además entretiene con un metraje que ni se pasa ni se queda corto. Secuencias como la del famoso baile, la magia del Hada Madrina, el primer encuentro en el bosque entre la pareja protagonista o el enfrentamiento entre Ella y Lady Tremaine, sin olvidar el final, son dignas de recordarse y resultan verdaderamente emocionantes de contemplar en la pantalla.
Entre los actores, hay que alabar la infinita dulzura e ingenuidad de Lily James, perfecta para el personaje principal y muy bien acompañada por un Richard Madden que compone un príncipe galante pero con un punto juguetón. Helena Bonham Carter no tiene que esforzarse nada para estar memorable como el Hada Madrina porque es un registro que la actriz inglesa domina hasta con los ojos cerrados. Cate Blanchett se lo pasa bomba y resulta deliciosamente maliciosa, aunque sus mejores escenas son aquellas más "dramáticas", por así decirlo (ver cuando cuenta su cuento a Ella o todo el final) y en las cómicas a veces resulta un poco histriónica, algo nada habitual en ella. Así, son unas soberbias Sophie McShera y Holliday Grainger quienes mejor llevan el peso cómico como las dos ridículas hermanastras, sin duda los personajes que más risas provocan.
No se lleva la máxima nota porque tiene un gran fallo, que es la voz en off. Aunque queda justificada en los últimos segundos y a pesar de su conveniencia en los primeros compases de la cinta, después se convierte en un lastre innecesario que entorpece la cámara de Branagh y no aporta realmente nada más que irritación en el espectador. Se le puede perdonar porque el resto tiene un nivel superlativo, pero es una pena que nadie se diera cuenta de lo molesto que resulta ver la película con esa voz subrayándolo todo.
En definitiva, una película sobresaliente para aquellos que amen los cuentos clásicos pasados por el tamiz de Disney y que debería serlo también para cualquier aficionado a las cosas bien hechas en el cine.

Lo mejor: Prácticamente todo y muy especialmente su enorme encanto y lo entretenida que es
Lo peor: La voz en off es enormemente cansina y subraya innecesariamente las imágenes