Parece mentira, pero efectivamente no sabemos realmente lo
que son las cosas hasta que nos pasan a nosotros.
La reflexión de hoy es sobre los fenómenos fan. O más bien,
esa parte del sentimiento fan que lleva al seguidor a querer (sí, querer) a su
artista favorito de una manera difícilmente explicable hasta el punto de que
llega a ser muy importante en su vida.
Suena exagerado. Sí, a mí también me lo parecía. Y no, no
hablo de hacer cola para un concierto. Eso ya está muy asumido. Hablo de esa
parte del sentimiento fan que mencionaba antes, la de sentir al artista
admirado tan cerca como si fuera casi otro amigo más. Sensación irreal donde
las haya, desde luego. El artista no es nuestro amigo. No lo conocemos. No nos
conoce. No existe ese vínculo. Pero sabéis a lo que me refiero, ¿verdad? Es más
que admirar. Es viajar si hace falta a otra ciudad a verlo actuar. Es estar ahí
apoyándolo siempre. Es (como no) gastarse los cuartos, pocos o muchos, en
valorar su arte. Y sobre todo es desear con todas las fuerzas la felicidad a
dicho artista y casi compartir su estado de ánimo.
Qué locura, ¿no? Eso pensaba yo. Siempre que escuchaba a
alguien (normalmente un adolescente) hablando sobre lo muchísimo que
significaba tal o cual cantante o actor para él/ella, entornaba los ojos con
esa clásica expresión desdeñosa. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Esa gente no tenía
vida o qué? Tales eran los pensamientos que cruzaban mi mente. Quién me iba a
decir a mí, con mis casi 24 castañas de entonces, en aquel verano de 2012, que
después de tanto tiempo y bastante lejos ya de la adolescencia, me iba a pasar
a mí también. A mí, que llevo siguiendo a Backstreet Boys (fenómeno fan por
excelencia) desde 1996 y hasta la fecha, que devoro películas y series, que
sueño con escribir y actuar casi desde que tengo uso de razón para emular a
quienes más admiro y cumplir mis sueños, y que jamás me voy de un teatro sin
felicitar personalmente por su trabajo a los actores y actrices que más me han
gustado. Vaya, que en esto de ser fan tengo experiencia. Pero nunca jamás de
los jamases había tenido la necesidad de estar al día de hasta la más mínima
noticia (Internet y las redes sociales nos han facilitado mucho esto… ¡si en
los 90 hubiéramos tenido Facebook y Twitter para interactuar con los ídolos de entonces…!)
o de disfrutar tan intensamente con el trabajo de nadie. Pues heme aquí, una
tía ya más cerca de los 30 que de los 20, supuestamente hecha y derecha,
siguiendo la carrera de una actriz con la misma ilusión de uno de esos
adolescentes de los que antes me reía.
En realidad, todo este largo y farragoso texto es una
felicitación de cumpleaños. Una más. Un año más. Y por supuesto, un humilde
panegírico (uno más, siempre) a la persona que cumple años.
Que Cristina Castaño es una actriz maravillosa ya lo sabe
casi todo el mundo. Y no hay discusión. Lo es y punto. Que es una soberbia
cantante ya se empieza a descubrir gracias a Cabaret, aunque muchos sabemos desde hace años lo bien que se
defiende con las notas y el micrófono. Que es una persona absolutamente única,
encantadora y especial no sé si lo sabe mucha gente o poca. Lo que sí sé es que
yo, que no puedo presumir de conocerla mucho ni de ser su amiga (no tengo esa
suerte), eso lo tengo comprobado de sobras. Da igual lo cansada que esté o el
tiempo que haga desde la última vez que nos vimos. Siempre tiene un abrazo y
una sonrisa para mí, y no tengo palabras suficientes para agradecer el trato
que me dispensa siempre.
En fin, que si estoy escribiendo esto es para decirte, Cris,
lo que ya sabes de sobra, que es que te quiero y admiro más de lo que se puede
expresar con palabras (¡y eso que me esfuerzo!), y que eres responsable de que
haya tenido que aceptar que, a pesar de que esto ya me haya pillado un poco
mayor, estoy totalmente en la fase que describía antes. Muchas veces a los
fans, sobre todo cuando os queremos tanto a los artistas, se nos olvida que
sois personas, que tenéis días malos, que sufrís como todo hijo de vecino y que
seguramente estáis deseando iros a casa a descansar o a disfrutar de vuestra
pareja, padres, amigos o perro mientras nosotros os reclamamos una foto, una
sonrisa, un abrazo o sencillamente algo de vuestro tiempo. Por eso jamás me
cansaré de agradecerte la paciencia que tienes siempre con nosotros, y muy
especialmente conmigo, y confío en que sepas perdonar las veces que nos pasamos
de la raya. Solo queremos ser cariñosos, pero nos traiciona la emoción. Por
suerte, tú eres siempre tan buena y tan simpática… te mereces todo lo bueno que
te pase. Te mereces todos los premios de teatro musical que haya por tu Sally.
El orgullo que se siente al verte pisar el escenario con tantísima fuerza y
cantar con tamaño sentimiento es demasiado grande como para digerirlo de una
sola vez (¡maestra!). Te mereces ser feliz siempre, por toda la felicidad que
nos aportas a nosotros simplemente por trabajar así y por ser tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario