jueves, 31 de diciembre de 2015

Cristina Castaño / 2015: El camino al éxito



"El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene."
(Ralph Waldo Emerson, poeta y pensador estadounidense, 1803-1882)

El pasado domingo 27 de diciembre, Cristina Castaño acudió al programa Qué tiempo tan feliz de Telecinco para hablar (poco, lo que la dejaron) de Cabaret, el musical que protagoniza desde octubre en el teatro Rialto de Madrid, e interpretar el tema principal de la obra, ese que conoce todo el mundo y además da título al espectáculo. Tampoco era la canción entera tal cual la canta cada noche sobre el escenario (se ve que iban con prisa en el programa ese día), pero la reacción a su actuación no se hizo esperar: cientos y cientos de comentarios en redes sociales alabando la increíble y potentísima voz de la actriz gallega que seguro hicieron salir humo de su teléfono móvil con tantísimas notificaciones, menciones, tweets, "me gusta" y demás inventos de las redes sociales. Una mera anécdota, seguro, en la vida diaria de Cristina, pero sin duda muy significativa de lo que ha sido su año 2015, probablemente el mejor de su carrera hasta la fecha: una catarata continua de comentarios positivos, alabanzas, y sobre todo mucho reconocimiento y cariño de la profesión y por supuesto del público.


Se ha cumplido este 2015 uno de los sueños confesos de Cristina, uno de esos que ella pedía a finales de 2014: hacer más cine. Aunque aún no hayamos podido echarle un ojo a ninguno de sus trabajos, está ahí en la recámara La Madriguera, de Kurro González, un bonito proyecto financiado mediante crowdfunding en el que ella tiene un pequeño personaje que seguro dará que hablar. También ha participado en un proyecto precioso de marcado cariz solidario llamado Vida, que nos abre en forma de corto una ventana a la vida de las personas con discapacidad intelectual de Galicia, comunidad natal de Cristina. Junto a ella, otros gallegos ilustres de esto de la interpretación como el premiadísimo Javier Gutiérrez. También en formato corto y con aires ya de muy esperado proyecto llegará también La trampa estesia, un thriller que ha rodado a las órdenes de Eduardo Chapero-Jackson y en el que ya se ha anunciado que la actriz dará un registro absolutamente nuevo y sorprendente al público, muy acostumbrado a verla hacer comedia pero no tanto al drama. Y por supuesto, tiene que llegar también la esperada Móstoles no es lo que parece, o la importancia de llamarse Encarna. Tras tan alocado título se esconde la nueva comedia de Vicente Villanueva, en la que Cristina comparte protagonismo con Alexandra Jiménez y Victoria Abril, y en la que seguro vuelve a sorprender en tesituras en las que no estamos acostumbrados a verla. No sin razón, su personaje, María Dolores, aparece descrita en algunas sinopsis como alguien que ha pasado de ser "una peligrosa toxicómana a una ejecutiva de altos vuelos", así que espérense como mínimo algo tronchante,
No está nada mal para una intérprete que llevaba desde 2006 (Días azules) sin aparecer en un largometraje y que todavía no ha tenido un personaje al que se pueda llamar protagonista en el séptimo arte.



Y qué decir de La que se avecina, sin duda el proyecto clave en la carrera de Cristina, el que le ha permitido saltar a tantos otros personajes. La ficción de Telecinco goza de mejor salud que nunca en los audímetros, y en lo artístico, pese a las voces discordantes, sigue entreteniendo muchísimo y haciendo reír, que es lo importante. Y pocos personajes hacen reír más que Judith Becker, esa alocada psicóloga que hace ya mucho que dejó de ser una ayuda o una buena influencia para nadie. Desde el disfrute más absoluto (los espectadores apenas podemos imaginar lo divertido que tiene que ser interpretar un personaje así en una serie tan maravillosamente loca), Cristina ha tenido que lidiar con una Judith que no sólo ya no se parece en casi nada a la que llegó a Montepinar en la tercera temporada allá por 2009, sino que hace tiempo ya que cambió la encantadora indecisión e inmadurez sin malicia de antaño (por ejemplo, en sus idas y venidas con Enrique en las temporadas 4 y 5) por gestos cada vez más frecuentes de profunda mala idea e incluso estupidez (¿cómo es posible que no se dé cuenta de que casi cada cosa que hace es un paso más hacia el desastre de su vida a todos los niveles?). Un trabajo nada fácil que Cristina ha resuelto con brillantez, bordando con su arrolladora comicidad escenas que en manos de otra actriz hubieran podido resultar francamente excesivas. Cristina mantiene el encanto y la ternura de Judith, aunque a veces el guión lo ponga muy difícil. Es ella quien consigue que no quede otra solución que seguir sonriendo ante las rarezas del personaje, o incluso llorando con ella cuando tiene una escena dramática (que también las hay).


Pero a Cristina le van los retos. Sólo así se explica que se embarcara en algo tan grande como dar vida a Sally Bowles en la nueva producción de Cabaret.
Porque, sin duda, este también ha sido el año de Cristina sobre las tablas. Empezaba el año en la piel de la Princesa de Barcelona (dama formal, noble y regia donde las haya, nada que ver con Judith) imaginada por Marivaux en El lenguaje de tus ojos, un precioso montaje dirigido por Amelia Ochandiano con el que estuvo un mes en Madrid y después continuó la gira, ya empezada en 2014, por diversos lugares de España hasta terminar el 5 de junio en Gijón. No sabía entonces, seguramente, lo que aguardaba en el horizonte.
A finales de agosto se confirmaba lo que era un secreto a voces: Cristina Castaño, Dani Muriel y Edu Soto iban a ser los nuevos protagonistas de Cabaret, y la presión no podía ser mayor. Sea como sea, se pregunte a quien se pregunte, cuando se piensa en Sally Bowles se piensa en Liza Minnelli. No hay otra. Muy pocas veces un personaje ha quedado tan asociado a la imagen, la voz y el carisma de una única actriz. Contra eso tenía que luchar Cristina desde el principio, así como también (entre los más "musicaleros") contra la comparación con las Sallys españolas previas, especialmente la gran Natalia Millán o incluso Marta Ribera, hoy compañera de Cristina en la función en el rol de Fraulein Schneider. Había que ser muy valiente para atreverse a interpretar a Sally, un personaje tan explosivo, de humor cambiante, lleno de complejidad y contradicciones, más joven de lo que es ella (importante, porque ¿cuántas veces hemos visto a actrices excelentes que sin embargo eran demasiado mayores para el papel que interpretaban?), y que exigía cantar y bailar no sólo bien, sino muy bien. Y sobre todo, exigía interpretar, sentir, sangrar casi ese Berlín pre-nazi que se viene abajo y ese mundo de alcohol, nocturnidad y falta de amor en el que vive Sally Bowles. Cristina ha tenido esa valentía, y el resultado ha sido el mismo que el que siguió a la actuación en Qué tiempo tan feliz: aplausos, halagos, comentarios positivos por doquier, la admiración unánime de la profesión y la ovación emocionada del público que cada noche abarrota el Rialto y se pone en pie para recibirla cuando cae el telón. Y no es para menos. Quien no vibre con su versión de Cabaret, es que está sordo. Quien no se deje contagiar por su entusiasmo e ingenuidad, es que nunca ha vivido realmente. Y quien no se emocione y sufra con ella por lo que le ocurre en el segundo acto, es que nunca ha amado lo suficiente.

Vuelvan a mirar la foto con la que empieza este escrito. ¿Qué ven? Yo veo a alguien que está en su mejor momento y que, como dijo Emerson en la cita que encabeza este texto, está disfrutando lo que consigue y, por tanto, es feliz. No cabe duda de que también tendrá su lado malo (ya saben... últimamente parece que rondan por el Rialto unos cuantos fotógrafos ávidos por sacar fotos que hagan partícipe involuntaria a Cristina de un mundillo en el que nunca ha estado metida ni le ha interesado), pero Cristina Castaño está en el punto álgido de su carrera y, sobre todo, es una persona feliz. Y seguro que sólo ha sido el principio. 2016 la espera con los brazos abiertos.

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