miércoles, 24 de septiembre de 2014

El corredor del laberinto (The maze runner, 2014)


Está claro. La gente, incluyendo a los adolescentes y jóvenes a los que supuestamente apuntan estas historias y fenómenos de masas, ya pasa de vampiros, hombres lobos y demás cosas sobrenaturales. Lo que interesa ahora son las distopías futuristas, con o sin componente político-social, en las que un grupo de jóvenes se enfrenten a situaciones límite de supervivencia. La lista es cada vez más larga. Los Juegos del Hambre, Divergente, El Juego de Ender (aunque esta en menos medida, al ser más bien ciencia ficción espacial pura y dura)... todas basadas en sagas literarias de éxito, por supuesto, al igual que Cazadores de Sombras, Vampire Academy o Memorias de un zombi adolescente, otras sagas literarias que sin embargo no encontraron el éxito que pretendía en cine porque, siendo claros, parece que el público no está ya muy interesado, como decíamos, en amores sobrenaturales. Quién sabe, igual si Crepúsculo hubiera salido a la palestra ahora tampoco se hubieran comido un colín la buena de Bella y su dulce Edward...
Pues bien, hagan sitio porque aquí llega la última hermana del pequeño subgénero, El corredor del laberinto. Y qué alegría da poder decir que la película es no solo mejor que todas las mencionadas anteriormente, sino que además es excelente. Bueno, maticemos. No es mejor que Los Juegos del Hambre. Cinematográficamente le falta el empaque que ha logrado Francis Lawrence con la saga del Sinsajo, y la eliminación (por el momento) de la reflexión política y social le resta fuerza dramática a la historia. Pero para el que no le pida peras al olmo y acepte que es lo que es, que va dirigida a un público mayoritario y tiene una clara intención comercial y nada sesuda ni intelectual, lo cierto es que la película es una gozada absoluta. Wes Ball, joven debutante, maneja la cámara con una soltura digna de un veterano, y sobre todo dirige a sus jóvenes intérpretes con excelente mano para sacarles lo mejor incluso cuando sus personajes han de quedar más desdibujados por exigencias de la historia (caso de una Kaya Scodelario que recuerda físicamente a Eva Green). Dylan O'Brien, sin conseguir lo que ha logrado Jennifer Lawrence al frente de Los Juegos del Hambre, aporta aplomo y verdad en sus miradas y el público no duda ni por un instante que pueda ser un líder. Lo acompañan perfectamente un encantado Blake Cooper en un personaje que la gente va a adorar, un siniestro Will Poulter, un Thomas Sangster que rezuma sabiduría a pesar de su juventud y unos correctos Ki Hong Lee y Aml Ameen a cuyos personajes el público coge también mucho cariño. También es de alabar la factura técnica de la película, más que meritoria pese al escaso presupuesto, que brilla por supuesto especialmente con la recreación del laberinto del título.
Pero lo mejor de todo es que El corredor del laberinto es una película de aventuras. Una gran película de aventuras, de hecho, que juega con momentos de terror y se permite cierto grado de violencia y unos cuantos tacos nada habituales en películas teóricamente juveniles. Una película que no sólo reflexiona, aunque sea mínimamente (que nadie espere una tesis doctoral de psicología) sobre el miedo, las responsabilidades, el valor, el control que las instituciones ejercen sobre nosotros y la convivencia humana en situaciones desesperadas, sino que además lo hace con un ritmo que nunca decae, un aspecto visual de lo más logrado y un entretenimiento non-stop para que el público lo pase en grande durante una hora y cuarenta y cinco minutos. Y vaya si lo logra.
Un espectáculo de primerísimo orden y una de las películas de aventuras más perfectas vistas en mucho tiempo.

Lo mejor: Casi todo, y muy especialmente el ritmo que tiene y lo entretenida que es.
Lo peor: A la historia le falta algo de dramatismo y de un carácter más real.

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