lunes, 5 de agosto de 2013

Asalto al poder (White House down, 2013)


Pues éso. Tiros por todas partes, y Rolan Emmerich en su salsa después del paréntesis semi-serio que supuso Anonymous (en realidad era tan exagerada y bizarra como el resto de películas de su filmografía, pero hacía pretensiones de seriedad).
Channing Tatum, volviendo a su sempiterna cara sosa y su lucimiento de músculos, un muy discreto Jamie Foxx y una Maggie Gyllenhaal que hace lo que puede entre tanto caos (es lo mejor, a pesar de todo) protagonizan esta pequeña odisea mil veces vista de ataque terrorista al pobre presidente de EEUU. Se podría decir que a ratos es entretenida, y sin duda con eso hubiera sido suficiente para aprobarla o incluso darle una nota alta (al fin  y al cabo, Piratas del Caribe. La maldición de la Perla Negra no es precisamente Othello, pero sí es entretenidísima y una de las más perfecta spelículas de aventuras hechas en los últimos años). Pero Asalto al poder tiene un problema. O mejor dicho, un problemón: no sabe cuándo acabar. Se alarga y se estira como un chicle y se planta en los 125 minutos de metraje, cuando a duras penas daba para 90. Y eso es un lastre terrible que arrastra tras de sí la simpática y desprejuiciada propuesta de Emmerich, que anima bastante la función con su habitual estilo acelerado y excesivo. Porque eso es su cine, ni más ni menos. Un conjunto de tópicos ramplones y mil veces vistos, personajes planos y mucha, mucha exageración a todos los niveles que da como resultado películas que entretienen a ratos, aburren en ocasiones y dan mucha risa la mayoría del tiempo. Y Asalto al poder no es una excepción. Menos mal que la emoción y la ternura de la relación entre Cale y su hija funciona, aportando algo de interés dramático a una propuesta solo apta para fans impenitentes del cine de acción más descerebrado y destrozón.

Lo mejor: Maggie Gyllenhaal y la relación entre John Cale y su hija Emily.
Lo peor: Es eterna. y éso no hay Dios que lo levante.

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