jueves, 25 de julio de 2013

Stoker (2013)

Sordidez.
Esa es la palabra que mejor describe la naturaleza de la película de Park Chan-wook. El reputado director de Sympathy for Mr. Vengeance hace su debut norteamericano con esta historia de extraña belleza y mucho muchísimo aire malsano, escrita muy sorprendentemente por Wentworth Miller, el otrora protagonista de Prison Break, desde ya un guionista al que seguir con mucha atención.
Stoker es una historia que habla de muchas cosas: familia, muerte, secretos, mentiras, ansiedad adolescente... nada nuevo bajo el sol. Pero lo hace de una manera que no solo engancha, sino que se convierte en una de las películas más negras estrenadas en mucho tiempo, entendiendo por esto su relación entre horror y belleza. Los personajes, prácticamente todos ellos (y muy especialmente los tres protagonistas) son individuos claramente perturbados, por no decir criminales. No hay buenos ni malos entre ellos, y no tienen por qué caernos bien. El libreto de Miller no apoya a ninguno de ellos, sino que los retrata con una sordidez y una mala baba que encuentran su perfecto compañero de juegos siniestros en el realizador coreano. Chan-wook pinta las imágenes de una belleza estética innegable, no importa lo terrible que sea la escena, y regala algunas secuencias para el recuerdo, como la del asesinato en la cabina telefónica o todos esos planos de India golpeando las lámparas, provocando unos efectos de luz escalofriantes. A ratos recuerda a Hitchcock, a Tim Burton o al Stanley Kubrick de El Resplandor, con la que guarda un parecido que no es tanto argumental como atmosférico.
Por supuesto, nada sería lo mismo si la película no contara con unos actores de primera línea. A estas alturas quien dude del buen hacer de Nicole Kidman está o bien ciego o bien... cegado por los prejuicios y por las malas opiniones que la australiana ha tenido que soportar durante años. Vale que cometió errores al escoger sus proyectos (Embrujada, Las mujeres perfectas) y en otras ocasiones no estuvo a la altura de lo que se esperaba (Cold Mountain, Australia), pero con botox o sin botox, la protagonista de Los Otros sigue siendo una de las mejores actrices del mundo, y aquí lo vuelve a demostrar con esas miradas, esas sonrisas y en general ese aire tan inquietante que desprende (pocas veces ha estado tan siniestra). Aire que comparte un absolutamente soberbio Matthew Goode, escalofriante, encantador y aterrador al mismo tiempo sin que se le mueva un pelo, como si lo que logra fuese algo fácil. Y por supuesto, ahí está Mia Wasikowska, que agarra a Kristen Stewart y compañía allá donde más duele y da una lección de saber estar, de trabajo con la mirada, de turbiedad y de presencia en cámara que solo puede calificarse de extraordinaria. Su actuación es perturbadora como ella sola, y de eso es de lo que se trataba. Es como ver a la Winona Ryder de principios de los 90, tal es el talento que despliega.
Un excelente ejercicio de estilo de Park Chan-wook, una película más que interesante y un plato de buenísimo gusto para cualquiera que la contemple sin prejuicios. Un triunfo a todos los niveles.

Lo mejor: Los tres actores protagonistas, la fotografía, la realización de Chan-wook y la atmósfera tan de cuento (¿o será de pesadilla?) que tiene.
Lo peor: Lo que le impide tener la máxima nota, que es el ritmo excesivamente lento de su primer acto.

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