martes, 8 de mayo de 2012

Sombras tenebrosas (Dark Shadows)

Señoras y señores, ésto es una película de Tim Burton. 
Ni más ni menos.
Con tan obvia y aparentemente estúpida observación pretendo hacer ver al lector aquello a lo que se enfrenta. Y a lo que se enfrenta es, como digo, a Tim Burton en estado puro, en todo su esplendor y con todas sus particularidades. Si no le gusta, directamente no se moleste en empezar a verla. Pero si le han gustado las anteriores películas del californiano, no lo dude un momento. Sombras tenebrosas es su película.
Porque esta película es, de nuevo, ese mundo tan característico del director, que se niega a abandonar, y al cual dirige todas las historias que filma. Guste o no, Burton tiene algo que hay que admirar, y es la identidad tan suya que ha creado para toda su obra. No es un autor original (sólo una de sus películas en los últimos once años, La novia cadáver, ha contado con un guión original), no escribe casi nunca sus propias historias, pero basta echar un breve vistazo para saber que la película es suya. En Sombras Tenebrosas, el excelente prólogo (directo, sin ambages, que con cuatro escenas deja bien claro quiénes son los personajes y qué pasa entre ellos) ya presenta de nuevo ese toque gótico inconfundible, esa trama fantástica y fantasmagórica, ese "algo" tan especial que su cine desprende y que sus fans aman. Y además, esta vez lo hace si cabe con mucho más humor (es probablemente la película más divertida de Burton... atención al uso de las canciones y del logo de McDonald's), y con Burton acompañado de su cuadrilla habitual: Danny Elfman (qué música, dios mío), Chris Lebenzon, Coleen Atwood, Rick Heinrichs. El guión funciona a la perfección, cada diálogo tiene su razón de ser, y el entretenimiento es total.
Y qué decir del reparto. Johnny Depp, como siempre el mejor aliado del director, se sitúa mucho más en la línea de Sweeney Todd que de Charlie y la fábrica de chocolate (gracias a Dios) para entregar otro de esos personajes que domina como nadie, llenos de excentricidad, de oscuridad, y también de amor y humor. Es decir, de todo lo que puebla el mundo de Burton. Probablemente nadie hubiese podido ser Barnabas como él. Pero en esta ocasión, su labor pasa, si cabe, más desapercibida que otras veces, porque tiene al lado a unos actores y actrices en permanente estado de gracia: Jackie Earle Haley, perfecto tanto para provocar iniciales temores como carcajadas; Chloe Grace Moretz, que ha nacido para personajes como éste, de jovencita díscola e inquietante (ojo a su próximo proyecto... Carrie. ¿Hora de cambiar de registro para no encasillarse?); Gulliver McGrath, encantador; Jonny Lee Miller, reciclado con éxito en actor secundario de presencia y elegancia. y por supuesto, las tres joyas de la corona, las tres perfectas, las tres pasándoselo bomba y divirtiendo al personal. qué gusto da ver que Michelle Pfeiffer vuelve poco a poco a la primera línea que nunca debió abandonar, pues su sentido del humor y su mirada bien valen productos de nivel como éste. Helena Bonham Carter es la actriz todoterreno, capaz de todo en cualquier momento, y la versión femenina de Depp en cuanto a representación y alma mater de Burton y su peculiar universo creativo. Y Eva Green, quizás la mejor del reparto, un derroche continuo de sensualidad, humor, carisma, belleza y simpatía. Le roba plano a Depp cuando están juntos, y éso no puede decirlo todo el mundo, y devora literalmente la película con esos ojos y esa entrega que se gasta. Sin duda, por talento y por entusiasmo, merece mucho más de lo que ha logrado hasta la fecha. Y no me olvido de la dulce y delicada Bella Heathcote, a quien le toca lidiar con el personaje quizás más flojo de todos.
Hay algún fallo (el climax final es quizás algo excesivo, y la historia de amor de Barnabas y victoria es un poco sosa) pero el disfrute general es tan grande que se le perdona.
¿Obra maestra a la vista? Hablaremos cuando repitamos visionado.


Lo mejor: Casi todo, y especialmente Eva Green
Lo peor: La historia de amor queda algo sosa, y el final es un pelín excesivo.

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