Los hombres que no amaban a las mujeres, versión sueca, tiene muchos seguidores. Y no cabe duda de que razones hay para ello. La fotografía, a la cabeza de un trabajo técnico impecable, hizo realidad el ambiente amenazador de la novela de Stieg Larsson (la mejor de las tres sin duda, en mi opinión); los actores (y muy especialmente una soberbia Noomi Rapace) estaban fantásticos; el estilo de Niels Arden Oplev era personal y estudiado.... pero el fallo, el incomparable y lastrante fallo de la cinta, era la nula fidelidad a la novela, empañada en multitud de cambios absurdos y explicaciones y personajes omitidos. Y si a éso le sumamos que se destripaba sin pizca de vergüenza el gran secreto de la segunda parte de la trilogía, pues el resultado era una de las experiencias más frustrantes jamás vistas para un fan de una novela...
Y curiosamente, ese fallo, el de destripar el gran secreto tras el pasado de Lisbeth Salander, se mantiene ne la película de David Fincher. El porqué se ha mantenido ese handicap es algo que me atormenta... también choca ver que el guión no explica al espectador cómo hace Lisbeth para acordarse de todo lo que lee a la perfección, o cómo se mantiene el inventado incidente en el metro.
Pero qué importa todo éso cuando Fincher entrega una película redonda...
Porque esta Millennium es lo que los fans de Larsson podían esperar... y mucho más. Empezando por una cuasi perfecta fidelidad a la letra impresa, que no sólo reintroduce personajes y situaciones, sino que además indaga mucho más hondo en la personalidad y, sobre todo, los sentimientos de Lisbeth, clave para entender muchas cosas sobre ella. La narración de Steve Zaillian es además agilísima, siempre entretenida pero nunca frenética. La historia se toma su tiempo para presentar personajes y ambientes, y para construir el exquisito rompecabezas de Larsson hasta llegar al climax y el epílogo finales. Ayuda mucho a esa ambientación excepcional la atrevida música de Atticus Ross y Trent Raznor, que alcanza su cenit nada más empezar, en los maravillosos títulos de crédito.
Pero si por algo va a ser recordada esta película es por dos nombres: David Fincher y Rooney Mara. Fincher es uno de los mejores directores del mundo, y aquí lo vuelve a demostrar. Se habla de "película menor", de pérdida de originalidad.... no, señores. Muy pocos podrían permitirse el lujo no sólo de ser tan elegantes en los encuadres y los planos, sino de que cada fotograma rezume aroma a su estilo, al estilo de David Fincher.
Rooney Mara, por su parte, partía de un punto complicadísimo, teniendo que contentar a los fans del personaje de Lisbeth y a la vez sabiendo que le lloverían las comparaciones con Noomi Rapace. Pues bien, lo mejor que se puede decir de ella es que no recuerda a Rapace en ningún momento. Ha hecho suyo el personaje, igual que la gran actriz sueca, y así nos encontramos con dos Lisbeths distintas, cada una maravillosa en su estilo, y que salen más que airosas de la difícil tarea de encarnar un personaje tan extremo y complejo. Mara, por su edad, está además más cerca de la Lisbeth original, y sus ojos transmiten sin problemas esa mezcla de tristeza, agresividad, venganza y ternura del personaje literario.
No me olvido de Daniel Craig, fantástico, y quizás más que de costumbre al interpretar un personaje más vulnerable y menos decidido de lo que acostumbra. Y tampoco sería justo dejar de mencionar a Christopher Plummer (siempre excelente) Joely Richardson y Stellan Skarsgard, aunque quizás ciertos gestos y miradas que adopta traicionan un poco el misterio de la trama...
En definitiva, una película casi perfecta.
Lo mejor: Rooney Mara, Daniel Craig, la fidelidad a la novela y la dirección de David Fincher.
Lo peor: Que se desvele el secreto de Lisbeth antes de tiempo.
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