domingo, 1 de enero de 2012

Immortals (2011)



No, no se parece a 300, salvo en la fotografía amarillenta y la brutalidad de las batallas.
No he visto Furia de Titanes, así que no puedo decir si se le parece o no.
Lo que se puede decir de Immortals, dejando de lado comparaciones, es que es una película entretenida, muy entretenida, que no es decir poco, por cierto. Y sobre todo, es una película visualmente epatante. Y éso es gracias a Tarsem Singh, su director, quien vuelve a mostrar su característico estilo. Singh es un pintor de imágenes, un maestro de la luz y el color, y cuando desata todo su talento, en las escenas de batalla, el resultado es absolutamente espectacular y apasionante. 
Sin embargo, el guión de la película es malo, muy malo... está claro que nadie debía esperar un Shakespeare, ni un alarde de originalidad, pero todo ocurre tan deprisa que es imposible empatizar con los personajes, y a veces los acontecimientos son tan confusos que no se comprende por qué los personajes hacen lo que hacen o cómo han llegado hasta donde están. Tampoco ayuda que las escenas en el Olimpo rocen el ridículo (parecen fiestas de Halloween, más bien), ni que el vestuario sea tan kitsch.
Por suerte, Singh ha escogido actores solventes para dar vida a sus pobres personajes. Mickey Rourke disfruta de lo lindo en la piel de Hiperión, y además lo hace sin caer en el exceso (lo que hubiese sido lo sencillo). Freida Pinto, aunque apenas cambia la expresión, insufla algo de vida a su tópico papel de sacerdotisa (no la criticaré mucho porque estoy convencida de que esa única cara que pone durante todo el metraje es exigencia de aura mística que siempre se les supone a las sacerdotisas) y tiene un momento de brillantez cuando Fedra ve lo que se ha hecho de sus compañeras... Luke Evans continúa demostrando que es la gran revelación de 2011 y un actor a tener en cuenta en el futuro, mientras Stephen Dorff cumple con lo que le exige su personaje, que tampoco es mucho. 
Es, simplemente, un reparto de actores y actrices solventes y carismáticos, lo que no quiere decir que realicen grandes interpretaciones, sino que su presencia resulta de lo más efectiva y en ocasiones agradable. Por encima de todos, Henry Cavill, que en Los Tudor demostró que puede ser un excelente actor si se lo propone y si tiene material decente para intentarlo, parece ensayar, física e interpretativamente, para convertirse en Superman, y lo cierto es que sale la mar de airoso de la prueba.
En pocas palabras, un espectáculo visual espectacular, con momentos de indudable belleza e impacto, pero con un guión tan endeble que no permite calificarlo como una buena película. Aunque tampoco es mala. 
Que cada cual juzgue por sí mismo.


Lo mejor: El estilo visual de Tarsem, los efectos visuales y el carisma (que no actuación) de los actores.
Lo peor: Los personajes no resultan interesantes, y por tanto, su devenir importa poco al espectador. Y..... el casco de Pokemon de Hiperión.

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