Whiplash es una sorpresa. O quizás no tanto.
Damien Chazelle repite aquí muchas de sus obsesiones de
Grand Piano. De nuevo aparecen la música y un músico como protagonista y la
primera sirve como máxima expresión de los sentimientos y miedos del segundo.
Pero afortunadamente esta vez Chazelle no tiene que idear un misterio (cosa que
en Grand Piano se le iba de las manos) y se centra en la comedia dramática. Eso
no quita para que la cosa no tenga tensión. De hecho, cada uno de los cara a
cara entre Andrew y Fletcher y las interpretaciones del primero a la batería
están impregnadas de un peculiar suspense que engancha al espectador. La
historia del maestro y el alumno enfrentados está más vista que el tebeo y hay
partes superfluas que no aportan nada (como la relación entre Andrew y Nicole),
pero Chazelle la cuenta de una manera que hace que sea imposible despegar los
ojos de la pantalla, con un montaje soberbio a cargo de Tom Cross y una
maestría en los diálogos difícil de encontrar en un guionista tan joven
(Chazelle nació en 1985). Su realización también rebosa energía y sabiduría
(ver los planos que van de Andrew a Fletcher en la interpretación final) y todo
el tercio final, prácticamente sin palabras, es puro cine, de ese que hay que
ver y que crea felicidad en el espectador por lo bien que encajan todas las
piezas.
Por supuesto, hay que destacar el trabajo de JK Simmons,
absolutamente enorme en la piel de un personaje odioso cuyo abusivo
comportamiento no tiene ninguna justificación. Merece todos los premios que ha
logrado por esta película, porque es un ejemplo de presencia arrebatadora y
ninguna sobreactuación, cuando lo más fácil era pasarse de la raya. Pero es
absolutamente injusto que no se esté alabando por igual a Milles Teller. En un
caso parecido al de Will Forte en 2013, cuando solo Bruce Dern se llevó los
halagos y los premios por Nebraska, Teller lleva el peso dramático a la par con
Simmons, da perfectamente el tipo de pringado jovenzuelo y su transformación y
reflejo de su orgullo hacia el tercio final resultan absolutamente creíbles
gracias a sus ojos, sus manos y su entusiasmo. Ignorarlo como se está haciendo
es una de las mayores injusticias de los últimos años.
Lo mejor: JK Simmons y Miles Teller
Lo peor: No es una obra maestra y resulta en exceso tópica
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