lunes, 5 de enero de 2015

Noche de Reyes


Nunca fui una niña como las demás.
Nunca me gustaron las Barbies, ni los muñecos de bebés (bueno, vale, excepción a la regla: mi hermana y yo tuvimos durante un tiempo dos Nenucos, pero no recuerdo que les hiciéramos mucho caso), ni los juegos de mesa ni las cocinitas.
¿Qué querían? Crecí viendo La Historia Interminable, Los tres mosqueteros y La princesa prometida, soñando con vivir en Florín aprender esgrima de Iñigo Montoya, montando en bici por el parque imaginando que era un caballo y yo un bravo mosquetero al galope, soñando con el Auryn y con encontrar un nuevo nombre para la Emperatriz Infantil y salvar Fantasía.
A mi me gustaban los Playmobil, los coches, los muñecos de acción (superhéroes, Caballeros del Zodiaco, el Zorro, Motorratones de Marte, etc), los personajes de mis series de televisión y películas favoritas (los Fruitys, Oliver y Benjy, Simba, Nala, Aladdín, Yasmín, Peter Pan, Woody, Buzz Lightyear...), montar en bici, jugar al baloncesto y sobre todo jugar. Jugar como se jugaba antes, se entiende, cuando no teníamos más consola que la Game Gear y los juegos electrónicos ocupaban una mínima parte de nuestro tiempo. Cuando todavía se jugaba a inventarse personajes y aventuras fabulosas que proporcionaban horas y horas de diversión. ¿Han visto Un puente hacia Terabithia? Pues entonces saben de lo que hablo. Jugar abriendo la mente y dejando libre la imaginación. Crear, inventar, ir a un mundo propio. Afortunadamente, y nunca podré agradecérselo lo suficiente, tuve unos padres que no nos impusieron nunca nada a mi hermana y a mí y nos dejaron escoger libremente con qué juguetes queríamos jugar y de qué color queríamos llevar la ropa (¿habrase visto tontería más grande que la del rosa para las niñas y el azul para los niños?).
Después tocó crecer, dejar de jugar y empezar a entrar en el mundo adulto. Los muñecos fueron sustituidos en la lista de Reyes por libros, discos, películas y demás objetos culturales que me atraparon en su tela de araña y de los que hoy sigo enamorada sin remedio. Eso también se lo debo a mis padres. Fue su invitación a ver películas con ellos las noches de verano la que me convirtió en la impenitente cinéfila que soy hoy. Y aún ahora, aunque ya esté más cerca de los 30 años que de otra cosa, sigo buscando formas de jugar mediante las palabras, un papel, un bolígrafo (sí, yo soy de esas que siguen escribiendo primero a papel), una guitarra, una canción, cualquier cosa que me permita expresarme y me calme cuando necesito calma, o me anime cuando necesito animación.
Hace muchos años que descubrí que los mejores regalos nunca son los materiales, sino aquellos que las personas te hacen en el día a día, quizás incluso sin darse cuenta. En este 2014 que ya hemos dejado atrás he descubierto que, a pesar de que hay muchas cosas en mi vida que podrían ir mejor, soy una gran privilegiada, y no solo porque tengo salud, comida en la mesa, un trabajo y un techo sobre mi cabeza (cosas que, por desgracia, se han convertido en un lujo para muchas personas en este país nuestro). Soy una privilegiada porque cada vez veo más claro que tengo una familia estupenda y unos amigos que son casi como hermanos y que me quieren y apoyan siempre.
Quiero mencionar especialmente a una persona que sin tener ninguna obligación conmigo me ha hecho un gran regalo el pasado año. Se trata de Cristina Castaño, conocida por todos como la psicóloga de ficción más famosa de España, Judith Becker. Yo hace unos años era fan, simplemente, porque me parece una de las mejores actrices de España. O del mundo, y no exagero. No me parece que haya muchas con tanto talento y tanto carisma como ella. Pero desde que tengo la inmensa suerte de conocerla un poquito en persona, me he dado cuenta de que la seguiría aunque fuera una actriz... digamos como Madonna cuando se pone a actuar :)  Uno de los mejores regalos que he recibido este pasado año (lo cuento como regalo de Reyes para este) ha sido la amabilidad y cercanía con que me ha tratado cada vez que he ido a verla actuar. No creo que cualquiera se preocupara por cómo iba a volver yo a casa aquella noche de los Clásicos de Alcalá, o me invitara a una caña, o se interesara por mi trabajo y mis cosas. Ese tipo de cosas, que podrían parecer poco para algunos, a mí me han alegrado en muchos momentos bajos de ánimo, al igual que disfrutar de su trabajo en la serie y en sus otros proyectos.
Cris, eres un ángel. Gracias por todo lo que me has dado. Así da gusto hacerte regalos, aunque sean como el que te hice llegar yo en el teatro.  Me siento orgullosa de haberte conocido y de apoyar tu carrera. Sé que esto suena cursi, pero te quiero mucho, maestra.
Feliz noche de Reyes a todos. Feliz noche de Reyes, Cris. Que te traigan mucha felicidad, salud, más fechas de teatro, una nueva temporada de La que se avecina y esas películas que tanto deseas.

P.D: Un poco de humor para terminar con la visita de los Reyes Magos según los maestros de Monthy Phyton.
https://www.youtube.com/watch?v=RIF9WDBfluA

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