viernes, 2 de enero de 2015

The imitation game (2014)


La trágica historia del salvador del mundo.
Y no, no se trata de una película de Jesucristo.
Se trata de Alan Turing, el matemático inglés que dio con la clave para descifrar los códigos nazis en la Segunda Guerra Mundial ahorrando dos años de contienda y salvando unos catorce millones de vidas, tan solo para ser detenido y condenado por homosexual unos pocos años después.
Esa fue la triste e injustísima recompensa de un hombre al que se le deben muchas cosas, desde un mundo sin la lacra del nazismo hasta los primitivos diseños de lo que después fueron los ordenadores. Y con esa maravillosa historia, Morten Tyldum (que no está siendo nominado a todos los premios habido y por haber, se deduce, porque no es un director popular, porque si no no se entiende) regala una película que es casi una obra maestra, una pieza de orfebrería cinematográfica exquisita, una de esas películas que hay que ver, y más de una vez y de dos, porque son extraordinarias de principio a fin en todos sus departamentos. Como buena producción británica, The imitation game rezuma elegancia en su trabajo técnico. Música, fotografía (del español Óscar Faura, socio de Bayona en Lo Imposible), vestuario, dirección artística y demás son absolutamente brillantes. Es además una producción la mar de entretenida y sin altibajos apreciables en su ritmo. Pero sobre todo The imitation game es una película con un guión prácticamente perfecto, que conjuga perfectamente el aspecto más emocional de la trama con la resolución de la misión Enigma. Un guión que combina de forma admirable drama y comedia (es una película mucho más divertida de lo que parece a simple vista... esperen a ver a Turing contando un chiste, su primera conversación con Denniston o cuando sigue los consejos de Joan para caer mejor a sus compañeros). Un guión que presenta y desarrolla maravillosamente a todos sus personajes, incluso a los más secundarios, y logra que el espectador sea uno más del equipo de Turing, deseoso por ver más y por saber cómo conseguirán el éxito. Un guión lleno de momentos inolvidables. Prepárense para ver una secuencia magistral cuando al fin Turing descubre cómo descifrar Enigma, y las peculiares circunstancias en que se le ocurre la clave. Y sobre todo, un guión francamente emotivo al que no le hace falta la lágrima fácil o lo cursi para conmover. Escenas como el epílogo o las conversaciones de Turing con la policía valen su peso en oro a ese respecto.
Y qué decir del reparto, sin duda también uno de los mejores del año si no el mejor. Matthew Goode no está siendo muy destacado tampoco en premios, pero podría haber estado en todas las quinielas y listas porque hace una interpretación soberbia. Lo mismo se puede decir de un breve pero intensísimo Charles Dance, un fantástico Allen Leech (que lleva años demostrando su valía en Downton Abbey) o el siempre sibilino, magnífico y elegante Mark Strong (uno de los actores más eficaces del mundo para quien esto firma, siempre excelente en todo lo que hace y versátil como pocos). Todos tienen su momento de gloria y todos aportan emoción y entrega a la película (atención al momentazo de Matthew Beard cuando pide salvar un barco concreto que va a ser atacado). Keira Knightley, por su parte, completa su año dorado con un personaje para el que parece haber nacido y que la británica llena de simpatía, empatía y seguridad, que era justo lo que no tenía en sus primeros y muy ocupados años de carrera y lo que ha derrochado también en Begin again. Quizás solo le faltaban años de práctica para convertirse en una de las grandes, que es lo que va en camino de ser. Y Benedict Cumberbatch... Benedict Cumberbatch es el alma de la película. Tal cual. Su inmersión en el personaje de Turing, en sus excentricidades y manías, en sus escasas habilidades sociales, en su ternura innegable, en su genialidad y su dolor, es simple y llanamente memorable y magistral. Todo el tercio final que se marca es de antología y el humor que aporta demuestra, al igual que en Sherlock, que hay actor cómico y dramático para rato. Maestro, quizás. Y si no al tiempo.
Guión y actores. Lo que debería ser la base de todo buen cine.
Se le puede criticar alguna cosa, como el tono decididamente academicista que muestra desde sus primeros minutos (cada plano está calculado al milímetro para gritar la palabra "¡Oscar!" con desesperación) o la última aparición de Joan, más por lo que dice (ciertamente sentimentalista) que por la escena en sí, que es poderosísima y está brillantemente actuada por Knightley y sobre todo Cumberbatch, pero se trata de una producción tan elegante, tan entretenida, tan emotiva, tan madura y tan especial que hay que perdonarle esos mínimos defectos.
Háganse un favor: dejen de leer y vayan al cine a disfrutarla. No se van a arrepentir.

Lo mejor: Todo, y muy especialmente la excelsa labor de su protagonista.
Lo peor: Va buscando los premios con descaro, y se nota.

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