viernes, 16 de enero de 2015

El séptimo hijo (Seventh son, 2014)


Resulta curioso lo mucho que le cuesta encontrar a la fantasía moderna la credibilidad.
En los 80, películas como La Princesa Prometida o La Historia Interminable nos convencían sin problemas de que estábamos en Florín o Fantasía, tierras inventadas con referentes reales que eran sus lugares de rodaje. Hoy en día, con todo tipo de medios informáticos y técnicos a disposición de los estudios y con el croma por todas partes, no hay quien se crea que lo que se ve en pantalla en una tierra fantástica llena de peligros, aventuras y seres fantásticos.
Hecha esta reflexión, que sirve también para la película a comentar, El séptimo hijo no tiene por donde la coja un perro y falla en todo aquello en lo que aquellas fantasías ochenteras salían victoriosas. La historia... ya no solo es que sea calcada a la de otras ficciones, sino que está contada con notable anemia narrativa y una alarmante desidia. Es como si ninguno de los implicados se hubiera molestado lo más mínimo en poner algo de pasión al proyecto o de insuflarle interés. Todo, absolutamente todo lo que va a pasar, se adivina desde el comienzo de la película. No hay ninguna sorpresa, la intriga es de patio de colegio, los personajes son un conjunto de topicazos andantes y no existe un guión auténtico, sino más bien un conjunto de frases dee sas supuestamente molonas que los actores han de recitar con cara de estar diciendo algo importante y con música machacona recalcando el momento. Todo eso es El séptimo hijo, sumado con unos efectos visuales justitos y muchos momentos bastante risibles.
Julianne Moore, en el año en que seguramente va a llevarse el Oscar por Siempre Alice y en el que ha brillado con Maps to the stars, se apunta a este disparate en la piel de una bruja steampunk que, ¡oh, pobrecita!, arrastra un trauma amoroso del pasado y por eso es mala... no nos suena de nada, ¿a que no? ¿Y a que nadie adivina ni en sus mejores sueños quién fue quien le hizo tanto daño en el pasado? En fin.... junto a Moore, Jeff Bridges se pasea por allí con pintas de científico loco y recitando las farses de galleta china de la suerte ("No soy como tú" "Pero lo serás", entre otras lindezas) con cara de no saber muy bien qué hace allí o cuando llega el momento de ir a cobrar el suculento cheque que debieron ofrecerles a Moore y a él (si no no se entiende que se hayan prestado. No mejora mucho la cosa con los dos jóvenes protagonistas. Alicia Vikander tiene literalmente la misma cara de pan durante toda la película y no mueve ni un músculo para expresar emoción alguna. Ya puede espabilar para lo que se le viene encima en los próximos años (así a bote pronto está en proyectos como The Man from U.N.C.L.E y lo nuevo de John Wells, Tom Hooper o Derek Cianfrance). Ben Barnes se esfuerza un poco más, pero el chico no tiene demasiado que ofrecer como actor más allá de su bendecido físico.
En definitiva, un despropósito con patas, un ejemplo de vagancia narrativa y una película directamente muy olvidable y lamentable.

Lo mejor: Entretiene moderadamente.
Lo peor: Es cutre, sosa, todo se adivina desde el primer minuto y los actores dan pena (unos por una cosa y otros por otra).

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