martes, 17 de febrero de 2015

Relatos salvajes (2014)


Damián Szifrón, creador de las versiones originales de Hermanos y detectives o Los simuladores, ha conseguido con su tercera película la cinta definitoria de su carrera, aquella por la que va a ser recordado siempre.
No es extraño que las críticas hayan sido tan unánimes con Relatos salvajes, porque se trata de una película casi perfecta y absolutamente fascinante. Precisamente es eso lo que más llama la atención de la propuesta de Szifrón, su arrolladora capacidad de mantener la atención del espectador, de engancharlo a las diferentes historias, de mantenerlo en tensión e intrigado, de divertirlo y de sacudirlo continuamente con las sorpresas de la historia. Desde ese prólogo tan extraordinariamente tenso hasta la surrealista historia de la boda, pasando por ese ingeniero Bombita que somos todos los ciudadanos que sufrimos las injusticias burocráticas, por esos dos conductores enfurecidos hasta el extremo, esa familia al límite de la legalidad o esa sufriente camarera en tan comprometida situación de vida o muerte, Relatos salvajes atrapa desde su primer segundo y no deja de pisar el acelerador hasta los títulos de crédito. Hay muchos adjetivos que se le pueden a la película. Tarantiniana podría ser uno de ellas (atención a la historia de los dos conductores o al momento en que Fisher paga su segunda multa a cámara lenta y con esa música). Salvaje desde luego. Brillante lo merece sin duda. Pero todo está al servicio del leitmotiv principal de la película, que no es otro que la venganza y lo poco, poquísimo que hace falta para prender la mecha en los seres humanos y que se conviertan en bestias irracionales. Szifrón reflexiona sobre los instintos más primarios del hombre con una precisión y una dureza considerables, aunque camuflada bajo la interesante bandera del humor negro.
Entre los actores, todos soberbios, destaca el excepcional trabajo de Rita Cortese, espeluznante e implacable, Leonardo Sbaraglia, maravilloso en el rol de capullo que va de víctima a verdugo y vuelta a empezar, y por supuesto Ricardo Darín, que es uno de los mejores actores del mundo y aquí lo vuelve a demostrar. Exhibiendo esa capacidad innata que tiene para dar vida a tipos normales y corrientes, Darín domina su historia de principio a fin con una personalidad, carisma y talento que asombrarán incluso a sus devotos en la piel de Simón Fisher, ese hombre que podríamos ser cualquiera.
Como se ha comentado antes, la película es casi perfecta. Las dos últimas historias no están al superlativo nivel de las otras cuatro, especialmente la de la familia en apuros, demasiado extendida en su metraje. Pero es un defecto tan mínimo que hay que perdonárselo y reconocer a Relatos salvajes como una (casi) obra maestra, una de las películas más estimulantes, fascinantes, brillantes y, sí, salvajes no solo de 2014 sino también de los últimos años.

Lo mejor: Prácticamente todo: guión, realización, interpretaciones, su humor negrísimo, sus agallas...
Lo peor: Las dos historias finales no están a la excelsa autora de las otras cuatro

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