miércoles, 18 de febrero de 2015

Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015)


Cincuenta sombras de Grey.
¿La película del año, el  truño del año, uno de los exitazos del año?
Las dos primeras son discutibles y dependerán de los gustos. La tercera, visto el impacto de sus primeros días en exhibición, parece ya asegurada.
Vaya por delante que quien esto escribe no ha leído las novelas de E.L. James que han inspirado esta película y sus dos futuras secuelas (o más bien lo intentó pero no pasó del cuarto o quinto capítulo), por lo que este comentario no va a tratar sobre lo bien o mal que pueda estar adaptado el best-seller o lo mucho o poco que vaya a complacer en sus cambios a los fans. Pero no hace falta haber leído los libros para darse cuenta de que es una película hecha exclusivamente para los/las devotos/as de Christian Grey y Anastasia Steele y que seguramente ellos son los únicos que van a poder disfrutar la película.
Vayamos primero con lo bueno, porque no todo es horrible en la cinta de Sam Taylor-Johnson. Cincuenta sombras de Grey posee una acertadísima banda sonora (nos referimos a la selección de canciones más que a la partitura original de Danny Elfman, que aunque siempre cumple porque es un músico excepcional, no hace uno de sus mejores trabajos aquí) y algunas escenas están envueltas en un sentido del humor que le viene muy bien a la trama (atención a la escena en que Ana y Christian discuten algunos puntos de su "acuerdo" mientras cenan, o cuando se ven interrumpidos por la madre de él).
Lástima que ese sentido del humor puntual no se mantenga durante el resto del metraje, porque lo que es Cincuenta sombras de Grey, tonterías y prejuicios aparte (porque hay críticas negativas por ahí que son para leerlas también...), es una cinta de ritmo asombrosamente lento y bastante aburrida salvo en ciertos segmentos de la misma. Y eso no tiene vuelta de hoja. Los minutos avanzan con pesadez extrema porque toda la narración, si se la puede llamar así, gira en torno a una única idea, que es la de la lucha de Anastasia entre lo que le dice la cabeza y lo que le dice el corazón. O la entrepierna. ¿O ambas cosas? El problema es que de donde había poco, muy muy poco (es decir, la novela original) tampoco se puede sacar gran cosa, pero sorprende que incluso eliminando algunas de las cosas más molestas del material literario, como los monólogos interiores de Ana o las páginas y páginas dedicadas a los e-mails picantones, haya salido una película tan sumamente aburrida, tan plana y tan poco estimulante. Y eso sin entrar, por supuesto, en el enorme debate que se puede generar a partir del fondo de la historia, con esa heroína tan pánfila seducida por un hombre con tics de psicópata de película de terror (no se pierdan la escena en que Christian enseña a Ana su cuarto BDSM y no pierdan detalle de la música de thriller criminal que la acompaña y del aspecto de cámara de tortura que tiene el tema. Que cualquier persona normal saldría corriendo, vaya... y no me hagan mencionar casos como el de Ted Bundy), que sucumbe ante los regalos caros y tiene tan poca autoestima que le da casi igual todo lo que él le haga. Dejando eso a un lado, no existe nada atrayente en el filme para los espectadores novatos en las Sombras de Grey. Ni los personajes interesan (apenas aprendemos nada de ellos más allá de que son guapísimos y les gusta hacer ciertas cosas en la cama) ni hay una verdadera trama que desarrollar.
Vayamos al tema del sexo. Sorprendentemente es uno de los puntos fuertes de la pelicula, pues aunque está rodado por Taylor-Johnson como si fuera un videoclip estéticamente bello (olvídense de la carnalidad de los clásicos del género de Adrian Lyne o del Instinto básico de Paul Verhoeven), hay más desnudos y más audacia de la que se podría haber imaginado siendo una película de Hollywood con visos de resultar muy comercial.
Entre los actores, los secundarios tienen tan poco peso y aparecen tan de cuando en cuando que es difícil opinar sobre su interpretación o esfuerzo, pero sí es verdad que da penita ver a una actriz como Marcia Gay Harden semejantes fregados. Jamie Dornan posee físico más que de sobra para acometer el papel y tiene momentos inspirados (la conversación en el coche entre Christian y Ana, la conversación previa a las primeras relaciones que tienen o cuando rechaza las ideas de Ana sobre salir a cenar o dormir juntos), pero en general se lo ve incómodo todo el rato y sin saber muy bien qué cara poner, por lo que acaba poniendo... más o menos la misma cara todo el rato. No se sabe si no ha cogido el tono del personaje, si no tuvo tiempo de preararlo debidamente o si una vez dentro empezó a preguntarse qué demonios estaba haciendo ahí, pero el norirlandés anda bastante perdido entre tanto traje elegante y tanto bondage. Una lástima, porque ha demostrado en series como The fall o Once upon a time y películas como Volando a casa (donde es lo mejor de la misma, por cierto) que tiene madera para mucho más. Y por supuesto, se ve sobrepasado en todo momento por una gran Dakota Johnson con quien no tiene demasiada química (por mucho que en la promoción se hayan empeñado todos en recalcar lo contrario) y que domina la cinta de principio a fin. Es Johnson quien hace que el visionado tenga algo de interés y quien proporciona algo de credibilidad a las dudas y la personalidad exageradamente ingenua de Anastasia.
En resumen, una película para los fans de la novela exclusivamente (y para qué negarlo, con eso le basta y le sobra para convertirse en un taquillazo) y sin prácticamente nada atrayente para los que no lo sean de inicio. Gran error de muchas, demasiadas adaptaciones literarias. Claro que no siempre el material original es tan sui generis como este. Pero qué quieren... sexo y dinero es la combinación que mueve el mundo, para bien o para mal.

Lo mejor: Dakota Johnson, la selección de canciones de la banda sonora y la sorprendente cantidad de sexo para ser una película estadounidense de clara vocación comercial.
Lo peor: Es difícil quedarse con una sola cosa... la palma se la disputan los sonrojantes diálogos, lo poco o nada creíble que resulta desde el principio o lo aburrida a (demasiados) ratos.

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