sábado, 27 de diciembre de 2014
Nightcrawler (2014)
Nightcrawler, ópera prima de Dan Gilroy, afamado co-guionista de la saga Bourne, es una sorpresa y una bendición.
No abundan las películas dramáticas con guiones tan potentes y personajes tan bien desarrollados, y Nightcrawler es una de ellas. Es oscura, profunda y explora sin miramientos a un personaje, Leo Bloom, que ejemplifica la falta más absoluta de escrúpulos profesionales y personales, que pisa a quien haga falta para triunfar, que chantajea y miente a todo el mundo, que altera escenas de crímenes para conseguir el mejor plano, que hace incluso lo que hace al final con tal de lograr la fama y el dinero. No es una película para todos los paladares ni para todos los públicos. Se trata de un puñetazo en la cara de nuestras buenas intenciones, de nuestra humanidad y por ello hay que estar preparado para ver una historia dura en la que ocurren cosas terribles y en la que el personaje protagonista es prácticamente un villano que no se va a ganar el cariño del público. Pero esto no es Disney, señores. Esto es thriller neo-noir puro y duro, y como tal es casi casi perfecto. Se le puede criticar que es demasiado larga y el ritmo flojea en muchas ocasiones (¿por qué esa manía de alargar los guiones cuando a lo mejor con 90 minutos hubiera sido suficiente para contar la historia mucho mejor?), pero el resto es tan bueno que se le puede perdonar. Se permite Gilroy incluso una trepidante persecución en coche en los minutos casi finales pensada para agradar a quienes hasta la fecha se hayan retorcido de impaciencia en sus asientos. Quizás el caramelo lllega demasiado tarde, pero merece la pena. No por casualidad Gilroy puso su pluma al servicio de los Bourne de Paul Greengrass, como decíamos antes.
Sin olvidar a Rene Russo, una brillante actriz que debería trabajar más (¿la recuerdan en El secreto de Thomas Crowne?) o al siempre excelente Bill Paxton, la película es Jake Gyllenhaal. En la que es quizás la mejor interpretación de su hasta la fecha imponente y (casi) inmaculada carrera, el protagonista de Brokeback mountain da una nueva lección de versatilidad y carisma en la aborrecible piel de Leo Bloom, y se las ingenia para plasmar todo ese ingenio, talento y ambición desmedida hasta el punto de que el público se lo crea todo y le coje un asco terrible al personaje, que es de lo que se trataba. Todo eso es mérito de un Gyllenhaal soberbio que da una patada importante donde más duele a toda la generación de actores más jóvenes que le han seguido y que ni de casualidad se acercan siquiera sus excelentes resultados.
Una muy buena película lastrada, como tantas otras, por demasiado minutos de metraje.
Lo mejor: Jake Gyllenhaal y el retrato que hace de la ambición y la falta absoluta de escrúpulos.
Lo peor: Le sobran unos quince minutos.
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