sábado, 27 de diciembre de 2014

Dios mío, ¿qué te hemos hecho? (Qu'est-ce qu'on a fait au Bon Dieu?, 2014)


Ha querido la Diosa Fortuna (o no, quién sabe) que Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? se haya ido a estrenar en el mismo año que Ocho apellidos vascos. Y es que las dos producciones no solo tienen en común su extraordinario éxito comercial en sus países de origen y su pertenencia al género cómico, sino también buena parte de su fondo.
Así, mientras la película de Emilio Martínez Lázaro se reía de los tópicos regionales para finalmente demostrarnos que son más las cosas que nos unen que las que nos separan, sobre todo cuando entran en juego los sentimientos, la película de Philippe de Chauveron contiene una moraleja también muy clara: el amor todo lo puede y es lo único importante. El amor entre padres e hijos, entre parejas e incluso entre familias políticas. Así, la comedia se ríe de todo y de todos y mira con igual censura a todos los personajes: esos padres tradicionales que ven como una desgracia que sus hijas se casen con hijos de inmigrantes, los yernos chino, judío y árabe que igualmente tienen prejuicios raciales entre ellos y respecto a sus suegros y por supuesto también a esa némesis de Claude que es el padre marfileño de Charles. Todos son racistas, todos hacen y dicen cosas censurables, todos son más papistas que el Papa si hace falta, y ahí reside la gracia, en hacer comedia de ello y reírse de todos esos defectos para acabar diciendo claramente que, amor y respeto mediante, todos tienen sitio en la sociedad francesa.
Al igual que le sucedía también a Ocho apellidos vascos, es quizás una película demasiado inflada por su descomunal éxito, quizás no tan buena como se ha dicho y más simpática que verdaderamente divertida (momentos tronchantes tampoco tiene tantos), pero sin duda saca sonrisas y risas casi continuamente. En parte esto es así gracias a su excepcional reparto. Todos, del primero al último, están excepcionales, desde las actrices que dan vida a las hijas, los personajes más sensatos y con mejor corazón de la función, hasta los maravillosos yernos, pasando por un divertidísimo Pascal Nzonzie, una fantástica Chantal Lauby (aunque uno se pregunta cómo podría haber sido la película con la pareja clásica del protagonista, Marie-Anne Chazel) y por supuesto un Christian Clavier apoteósico en su gestualidad y carisma. Es uno de los mejores actores cómicos seguramente del planeta y no ha perdido un ápice de talento y frescura desde su gran pelotazo con Los Visitantes.
En definitiva, humor para todos los públicos y humor necesario para saber reírnos de nuestros defectos y de los prejuicios.

Lo mejor: Los actores, con el siempre soberbio Christian Clavier a la cabeza, y la acertada fotografía que hace de las sociedades multiculturales.
Lo peor: Va de más a menos y es más simpática que verdaderamente tronchante.

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