domingo, 3 de febrero de 2013
Blancanieves (2012)
Pablo Berger, nueve años después de su celebrada Torremolinos 73, se tira a la piscina con una película muda, en blanco y negro y de sabor rabiosamente español...
Porque si algo demuestra su Blancanieves es la eterna capacidad de reinvención que tienen los clásicos, y muy especialmente los cuentos, ahora más de moda que nunca. En esta ocasión, Berger convierte la historia de la chica, la madrastra y la manzana en una fábula de ambientación andaluza, con el mundo del toreo y los patios floreados como telón de fondo. Y la apuesta le sale francamente bien, pues el resultado es una película original, audaz, llena de entusiasmo, de magia, brillante a ratos y que deja con un sabor de boca maravilloso, casi tanto como el cuento de toda la vida.
Sin embargo, en ocasiones Berger se gusta demasiado a sí mismo, o se enamora en exceso de lo que ocurre en su película. Hay escenas claramente alargadas aposta sólo para escuchar la música, y presenta demasiados bailes y momentos flamencos, que ralentizan el ritmo en algunas ocasiones (sobre todo en el episodio que detalla la infancia de Carmen, el más flojo de la cinta a pesar de la maravillosa presencia de un maravilloso Daniel Giménez Cacho, que lo dice todo con la mirada, y la niña Sofía Oria). Podría haber durado diez o quince minutos menos y no habría pasado nada.
Pero el conjunto final resulta memorable, gracias a multitud de secuencias grandiosas, bien por la intensidad (el intento de asesinato de Blancanieves, el epílogo) o por la realización elegante de Berger (ver el prólogo, o la corrida final, con ese plano en picado bellísimo de la protagonista siendo llevada en brazos), y por supuesto gracias al trabajo de unos actores que lo bordan. Ángela Molina pocas veces ha estado mejor y más encantadora, Inma Cuesta resulta memorable en su breve intervención, Pere Ponce aporta mucho sentido del humor. Maribel Verdú, deliciosamente pérfida, se lo pasa en grande en la piel de la villana, y Macarena Gómez se doctora con un final de película apoteósico, en el que enamora al respetable con esos ojos y esa capacidad para emocionar.
En definitiva, una muy buena película, que no es perfecta, pero ofrece suficientes elementos como para ser apreciada y disfrutada.
Lo mejor: Los actores y la realización de Pablo Berger.
Lo peor: Le sobran minutos, bailes y relleno en su primera parte.
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