viernes, 25 de enero de 2013

La noche más oscura (Zero Dark Thirty, 2012)

Le pasa a Zero Dark Thirty como a su inmediata predecesora, The Hurt Locker. Vamos, que el parentesco se nota.
Se nota porque la directora es la misma, Kathryn Bigelow, y el guionista es también el mismo, Mark Boal, y juntos han desarrollado un estilo cinematográfico único, caracterizado por ese tono narrativo seco, duro, casi documental (lo que no quiere decir que todo lo que nos cuenten sea verdad... pero éso es otra discusión en la que no me apetece entrar), desprovisto de toda emoción. Y ésto es precisamente lo que Bigelow pretende, por supuesto, en parte porque la película goza de una admirable postura neutral. No comprendo la polémica que ha creado, cuando el libreto de Boal evita conscientemente mojarse políticamente hablando (qué difícil es hacer éso, por cierto...). Tan sólo encuentro que se moje en su apuesta por mostrar la tortura. Se ha hablado largo y tendido sobre esas escenas, sobre si son o no críticas con las prácticas americanas... pero ¿qué mejor denuncia se puede hacer que mostrarlo en una pantalla como lo muestra Bigelow, sin ambages, sin medias tintas, durante tantos minutos? Podría haberse obviado, pero ahí está. Dicho queda.
Pero esa buscada sequedad, parte de la personalidad narrativa de Bigelow y Boal, los deja otra vez sin defensa ante los espectadores que busquen algo más de emoción en la historia. Y por supuesto el gran problema de la película es que es ETERNA, digámoslo ya. Le sobran fácilmente 30 o 35 minutos, y éso es un problema que comparte con otras oscarizables del año, como Django desencadenado o, en menor medida, Lincoln. El ritmo es muy lento en multitud de ocasiones y la paciencia del espectador puede agotarse después de dos horas y media bien largas...
Menos mal que Bigelow sabe seducir como pocos con una cámara en la mano. El tercio final es sobresaliente, y su valiente y certero ojo convierte secuencias como la inicial o la discusión de Maya con Bradley en momentos para el recuerdo.
Y por supuesto, nada sería lo mismo sin la presencia portentosa de Jessica Chastain, que se marca un tour de force impactante en la piel de una mujer dura como pocas carismática, enérgica, de la que rara vez se ve más allá de la superficie, curada de espanto pero no de emociones, como demuestra ese final maravilloso en el avión que nos muestra, al fin, que la Maya que acaba la película no es la misma que la que la empieza. 
En definitiva, una película interesante, irregular, fascinante a ratos pero más fría que el hielo. Lo que pretendía... y lo que acaba jugando en su contra.

Lo mejor: Jessica Chastain, la media hora final, y el dominio visual de Bigelow, para enmarcar.
Lo peor: Es larga... muy larga, y se hace aburrida, no vamos a engañarnos. Además, el tono de Boal es tan seco que deja fuera al espectador.

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