lunes, 23 de julio de 2012

El Caballero Oscuro. La leyenda renace (The Dark Knight rises, 2012)



Primero, las obviedades.
¿Es “El Caballero Oscuro. La Leyenda renace” mejor que su predecesora? Probablemente no.
¿Es una obra maestra? Pues para quien esto firma, sí. Por muchas razones.

Efectivamente, Christopher Nolan, ese hombre capaz de hablarnos de sueños y magos sin despeinarse entre Batman y Batman, y que es, así mismo, un mago de los sueños cinematográficos (valga la redundancia y la paradoja), se había puesto el listón altísimo con El Caballero Oscuro. Preguntarse si lo ha superado o no con este final de su trilogía es algo difícil de contestar. Porque La Leyenda renace es una película distinta, muy distinta, de El Caballero Oscuro.  Es mucho más compleja (más todavía), menos fácil, más oscura, más caótica. Probablemente por ello la reacción crítica y popular no está siendo tan unánime como en 2008 con la maravilla que convirtió a Heath Ledger en leyenda. Esta película necesitará de más tiempo para colocarse en el lugar que merece, que no es otro que el Olimpo no sólo de las películas de superhéroes, sino del cine moderno en general. Durante su primera hora, el guión de Nolan y su hermano Jonah desconcierta, sorprende. Casi hace preguntarse al espectador qué está viendo, porque nada es fácil, porque todo parece un rompecabezas extraño muy alejado de Batman Begins y ECO. Pero todo ello es parte del plan de los Nolan. Porque cuando las piezas empiezan a encajar, ese mismo guión que antes parecía jugar con el espectador se convierte en una pieza de ingeniería perfecta, en el que todo tiene su razón de ser. Cada diálogo, cada mirada, cada momento está perfectamente calculado para lograr una emoción. Y vaya si la logra.
Porque si algo sigue destacando de este Batman es la enorme emotividad que desprenden todas sus tramas, y son muchas. Desde la triste reflexión acerca de la culpa y la responsabilidad de los actos personales de cada individuo, al dolor físico y sobre todo interior, al amor y la pérdida del mismo… todo aquello de lo que nos habla Nolan nos resulta familiar y cercano, y además lo escuchamos sin que los personajes se suban al púlpito de la verdad en ningún momento. Nos creemos el discurso precisamente por la sencillez con la que está expuesto, porque sabemos que es así. Indudablemente, hay que destacar escenas como la de la revelación de Alfred a Bruce, o toda la secuencia final, que rozan la brillantez más absoluta precisamente por su capacidad para conmover más allá de los tiros y las explosiones.
Porque sí, este Batman sigue siendo pirotecnia, espectáculo y entretenimiento puros. Nolan filma la acción como si de una película de James Bond se tratara, y se empareja todavía más con los grandes maestros de hoy en día, como Spielberg, Scorsese, Peter Weir y su clarísimo mentor en la saga Michael Mann. La elegancia, el clasicismo y la pureza de su estilo es una bendición en un panorama tan monopolizado por cámaras nerviosas y autores impersonales. Pero The Dark Knight Rises sigue siendo más un thriller que una película de acción pura y dura, más un drama que un espectáculo veraniego sin más. Y es por ello que quizás los más conformes con la trilogía somos los que menos solemos disfrutar de otros superhéroes. Aquellos a quienes Spidermans y Vengadores varios no nos aportan más que sano entretenimiento (que es algo dignísimo, por cierto, y más si se hace con tanto acierto como en el filme de Joss Whedon).
Y como siempre, Nolan se rodea de los mejores. James Newton Howard, Lee Smith, Wally Pfister… todos sus socios están en continuo estado de gracia. Como lo están Christian Bale, Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman, auténtica columna vertebral actoral de esta trilogía, sin los cuales no podría entenderse esa cadena de amistades y alianzas tan sinceras que conforman sus personajes. A su lado, Tom Hardy...  No se parece a Heath Leder, ni Bane es como el Joker, ni falta que hace. Hardy llena la pantalla, da miedo y ofrece un espectáculo vocal memorable. Joseph Gordon-Levitt demuestra una vez más que es un torrente de carisma y encanto a parts iguales, con esa mirada tan poderosa que ya exhibió en Origen. Y como siempre, Nolan demuestra de nuevo su ojo monumental a la hora de escoger actrices. No solo repite con Marion Cotillard (¿no están acaso las mejores actrices europeas en Francia actualmente? ¿No es Eva Green de lo mejor del año en Sombras Tenebrosas?), simplemente soberbia, sino que tiene el buen gusto de otorgarle a la maravillosa Anne Hathaway esta Selina Kyle nunca llamada Catwoman, que aporta sentido del humor y frescura a la película cuando más lo necesita. Compararla con Michelle Pfeiffer no tiene sentido, pues es otro personaje totalmente distinto.
Nolan, en materia de actrices, sólo quiere a las mejores: Ellen Page, Maggie Gyllenhaal, Marion Cotillard, Anne Hathaway, Carrie-Anne Moss, Rebecca Hall, Hilary Swank. Incluso Katie Holmes y Scarlett Johansson dieron lo mejor de sí trabajando para él.
Y ese final, que nos pone las lágrimas en los ojos, y que demuestra que este Batman sí es el superhéroe que merece Gotham. Y todos nosotros también.
Larga vida al Caballero Oscuro. Larga vida a Christopher Nolan. El cine es un poco más grande gracias a él.

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