Reconozco que no conozco en absoluto la filmografía previa de Cary Fukunaga. De hecho, en mi posible ignorancia, jamás lo había oído nombrar antes de saber de su versión de Jane Eyre.
No obstante, lo que sí conozco es la novela de Charlotte Brönte.... sé lo que hace sentir, lo que enseña, lo que emociona.... y el gusto enorme que da encontrarse con una buenísima adaptación de la misma.
Por sacarle algún defecto a una película brillantísima, podría decirse que, en algunos momentos, el guión se queda muy a medias de todo. Evidentemente, las tramas están resumidas, y todo lo que ocurre en la novela no se ha podido incluir, pero de vez en cuando la escritura falla en la transmisión de toda la intensidad del momento original. Se me viene a la cabeza el descubrimiento del tormentoso secreto de Rochester, o ese final tan abreviado que no explica lo que ocurre después del fundido a negro.
Pero quitando esos mínimos defectos, el guión de Moira Buffini es un admirable y excelente compendio de la excelsa prosa de Brontë (con enormes aciertos, como repartir la parte menos interesante de la novela, que es la estancia de Jane con los Rivers, en secuencias a lo largo y ancho del metraje, entremezcladas con flashbacks), y además se ha trasladado a imágenes con una elegancia y un lujo exquisitos. Cosa poco sorprendente, tratándose de la siempre impecable industria cinematográfica inglesa. En concreto, la habilidad de Adriano Goldman con la cámara es digna de pasar a los anales, con ese uso de los colores para recalcar las emociones de los personajes, y el magnífico aprovechamiento de la luz de las velas y las luces y sombras que provocan.
Pero si por algo merece pasar a la historia esta revisión de una obra inmortal es por la emoción que transmite. Todos somos uno con Jane... y no sólo con ella. Rochester, St. John, Mrs. Fairfax y todos los personajes se nos antojan cercanos, comprensibles, dignos de lástima. Y éso ocurre gracias a la bellísima música de Dario Marianelli, que viste a las imágenes con unas notas de seda pura, y a la labor de los intérpretes.
No obstante, lo que sí conozco es la novela de Charlotte Brönte.... sé lo que hace sentir, lo que enseña, lo que emociona.... y el gusto enorme que da encontrarse con una buenísima adaptación de la misma.
Por sacarle algún defecto a una película brillantísima, podría decirse que, en algunos momentos, el guión se queda muy a medias de todo. Evidentemente, las tramas están resumidas, y todo lo que ocurre en la novela no se ha podido incluir, pero de vez en cuando la escritura falla en la transmisión de toda la intensidad del momento original. Se me viene a la cabeza el descubrimiento del tormentoso secreto de Rochester, o ese final tan abreviado que no explica lo que ocurre después del fundido a negro.
Pero quitando esos mínimos defectos, el guión de Moira Buffini es un admirable y excelente compendio de la excelsa prosa de Brontë (con enormes aciertos, como repartir la parte menos interesante de la novela, que es la estancia de Jane con los Rivers, en secuencias a lo largo y ancho del metraje, entremezcladas con flashbacks), y además se ha trasladado a imágenes con una elegancia y un lujo exquisitos. Cosa poco sorprendente, tratándose de la siempre impecable industria cinematográfica inglesa. En concreto, la habilidad de Adriano Goldman con la cámara es digna de pasar a los anales, con ese uso de los colores para recalcar las emociones de los personajes, y el magnífico aprovechamiento de la luz de las velas y las luces y sombras que provocan.
Pero si por algo merece pasar a la historia esta revisión de una obra inmortal es por la emoción que transmite. Todos somos uno con Jane... y no sólo con ella. Rochester, St. John, Mrs. Fairfax y todos los personajes se nos antojan cercanos, comprensibles, dignos de lástima. Y éso ocurre gracias a la bellísima música de Dario Marianelli, que viste a las imágenes con unas notas de seda pura, y a la labor de los intérpretes.
De Judi Dench ya está todo dicho, y sólo verla en pantalla es un enorme gusto, así que repartiré los principales halagos (aunque todos y cada uno de los intérpretes están soberbios) entre los tres grandes protagonistas. Por un lado, Mia Wasikowska, impecable de principio a fin, dotando a su Jane de la dulzura, ingenuidad, fuerza y valor que surgió de la pluma de Brontë; Jamie Bell, quien se ha convertido en uno de los mejores actores no sólo de su edad, sino de todas las edades (su St. John es verdaderamente adorable); y por encima de todos Michael Fassbender, que igual pasa de un mutante atormentado a un obseso del sexo o un psiquiatra célebre en el mismo año.... y aquí, con esas ropas decimonónicas y ese peinado que tan sumamente bien le sientan (el atractivo y el carisma que derrocha es impresionante), da vida al Rochester que nos encanta: canalla, con un punto cruel, pero sufriente y enamorado... y el público se lo cree todo.
En definitiva, Jane Eyre, versión Fukunaga, no es una película perfecta, pero son tantas sus virtudes y tan grande el goce que sus mínimos defectos apenas se perciben.
Lo mejor: Todo, pero especialmente los actores.
Lo peor: Hay una cierta incapacidad para ir al límite en una o dos esecenas clave.
En definitiva, Jane Eyre, versión Fukunaga, no es una película perfecta, pero son tantas sus virtudes y tan grande el goce que sus mínimos defectos apenas se perciben.
Lo mejor: Todo, pero especialmente los actores.
Lo peor: Hay una cierta incapacidad para ir al límite en una o dos esecenas clave.
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