lunes, 27 de junio de 2011

Tranformers. El lado oscuro de la luna (Transformers. Dark of the moon)

Transformers: El lado oscuro de la luna.
Podríamos decir que es la mejor de la saga..... vale, digamos que lo es. Reconozcamos también que es, quizás, lo mejor que ha rodado ese señor tan peculiar de nombre Michael Bay.
Ahora, ¿son éso buenas noticias para el aficionado al cine?
Pues es innegable que para los fans de Bay, o del cine veraniego descerebrado, lo son. Esta tercera entrega de la saga inspirada en los famosos robots, Autobots y Decepticons, es un derroche de energía visual, efectos visuales impactantes y, ésta vez sí, un 3D decente que sí aporta algo (mucho, de hecho) a la espectacularidad de la película. Esta servidora es una firme detractora del ·D, porque rara vez me parece que de verdad sea necesario más que para aumentar el precio de la entrada, pero es justo reconocer que Bay ofrece al aficionado el efecto digital más logrado robablemente desde Avatar. Por otra parte, gusten o no gusten las películas de Bay (y quien me haya leído en otras ocasiones, ya sabrá de qué pie cojeo yo cuando se trata del realizador de Pearl Harbor), hay que reconocerle siempre el talento a la hora de filmar escenas de acción. Combinado con su montador, con el departamento de efectos especiales, y con el compositor Steve Jablonsky (alumno confirmado del grandísimo Hans Zimmer.... y se nota), Bay ofrece un climax final apoteósico, que se extiende durante casi una hora, y que es posiblemente una de las secuencias cumbre de la historia del cine de acción. Deja con la boca abierta, despierta admiración, y consigue introducir al espectador en medio de la batalla, haciéndole sentir el miedo, el ruido y los cristales rotos.
Lástima que, como siempre ocurre en el cine de Bay, el interés acabe ahí, en la pirotecnia. Algunos dirán que no es poca cosa, y puede que tengan razón. Pero algunos todavía deseamos ver historias incluso en las películas más absurdas, veraniegas, y simples. No hay que esperar un Shakespeare, ni nada similar. Pero es mala, muy mala señal, que al espectador le importe tres pimientos si los protagonistas viven o mueren, que no acabe quedando claro por qué personajes como los de John Turturro o Frances McDormand (qué penita da verlos en una película así... imagino que el cheque ha sido sustancioso) eran necesarios, o qué demonios ocurre hasta llegar al climax antes citado. Sí, está claro que lo único que importa en la película es que Autobots y Decepticons luchen y se transformen cuanto más mejor, pero ¿por qué esos diálogos sonrojantes entre medias? Por qué tiene que notarse tanto que no hay ningún tipo de interés por contar una historia emocionante y empática?
Gracias a Dios, por allí aparece Shia LaBeouf, que necesita ir despidiéndose ya de esta saga para acabar de despegar en el cine adulto y brillar como merece. Sus ojos expresan lo que las palabras del patético guión no pueden, y sólo con éso su Sam Witwicky se gana su simpatía. Lástima que de Rosie Huntington-Whiteley no se pueda decir lo mismo. Hemos cambiado una tía buena sin talento para actuar, Megan Fox, por.... una tía buena sin talento para actuar. Claro que, en ese estereotipado y florero maniquí que es su personaje, Huntington tampoco puede hacer mucho más, no nos engañemos.
En definitiva, una película que sería maravillosa si fuese un videoclip. Lo malo es que es una película.

Lo mejor: Los efectos visuales y Shia LaBeouf.
Lo peor: ¿Por qué todas las películas de Bay sin excepción tardan tanto en arrancar? Los bostezos son inevitables en la primera hora. Y no me olvido de los diálogos, meras frases de promoción pegadas unas con otras.

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