jueves, 28 de abril de 2011

Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland, 2010)

Sólo podía haber sido él. Bueno, o quizás no. Sería justo admitir que Guillermo del Toro también habría sido un maravilloso director de Alicia en el país de las maravillas. Pero sin duda, ni el genio mejicano en todo su esplendor podría haberle dado ese toque especial a esta nueva versión del clásico de Carroll. Tenía que ser él, el niño oscuro, el príncipe de los cuentos pesadillescos, el mago del gótico moderno. Burton, Tim Burton.
Burton, guste o no, tiene algo que es innegable, y éso es inteligencia. El director sabe qué es lo que maneja, y va a por ello sin disimulo. Y lo que maneja son las historias como estas: bizarras, pero extrañamente tiernas; aparentemente intrascendentes pero llenas de significado; fantásticas pero inquietantes. Vamos, que el material le va como anillo al dedo. Y por tanto, poco más le queda por hacer salvo desplegar su imaginación, esa que no tiene parangón en el mundo del cine, y ese talento que atesora con una cámara al hombro. La película es un festín visual de primer orden, gracias a los maravillosos efectos visuales y el asombroso trabajo de producción, maquillaje y vestuario. Pero sobre todo es una fábula hermosísima sobre la búsqueda de la identidad, el destino, la realidad, el sueño y mil cosas más que personifica estupendamente Mia Wasikowska (muy parecida físicamente, por cierto, a Dakota Blue Richards, la niña de La brújula dorada). Claro que todo es más fácil cuando se tiene al lado a auténticos maestros, como Anne Hathaway (sí, sí, MAESTRA), Helena Bonham Carter (todoterreno.... vaya dos duplas hilarantes que forma con Hathaway y Crispin Glover) y, por supuesto, Johnny Depp. El actor fetiche de Burton, excelente cuando quiere (Sweeney Todd, Enemigos públicos, Piratas del Caribe 1), y absolutamente insufrible también cuando se lo propone (Charlie y la fábrica de chocolate, Piratas del Caribe 2), clava esta vez todos los matices del personaje con que le ha tocado lidiar, porque esta vez sí, tiene a Burton controlándole detrás. Y éso está bien, porque evita sus excesos de histrionismo.
Realmente, si no le pongo un 10 a la película es porque prefiero otras obras de su director, pero poco, muy poco tiene que criticar. Y ese dramatismo que desprende entre tanta aparente absurdez, o la maravillosa banda sonora de ese hombre más allá de la música que es Danny Elfman bien merecerían la nota máxima.

Lo mejor: Prácticamente todo, aunque voy a destacar la labor magistral de Danny Elfman, una prolongación de Burton, y el personaje de Alicia, una joven rebelde que no quiere aceptar el mundo que otros han creado para ella.
Lo peor: Dos o tres momentos ridículos (ese baile final...) y un bajoncillo de ritmo, que se produce porque la estancia de Alicia en el castillo de la Reina Roja es excesivamente larga.

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