domingo, 9 de noviembre de 2014
Perdida (Gone girl, 2014)
Que David Fincher es un genio y uno de los mejores realizadores del mundo es algo que nadie con dos dedos de frente debería cuestionar. Seven, El Club de la Lucha, La habitación del pánico, The Game, Millennium, Zodiac, La red social, El curioso caso de Benjamin Button, incluso su repudiada Alien 3. Todas las películas que ha firmado Fincher tienen algo que salta a la vista, gusten o no, y es un exquisito gusto cinematográfico, un trabajo sobresaliente en cada uno de sus departamentos técnicos, unos actores perfectos para los personajes y sobre todo una lección de dirección por parte de Fincher. Perdida no es una excepción. Tiene todo eso sin lugar a dudas. No hay más que ver esa fotografía tremenda de Jeff Cronenweth, tan oscura y lograda, o la belleza de museo de cada uno de los planos de Fincher (atención a la última escena de Neil Patrick Harris), o la maestría con que dirige a sus actores.
Pero hay algo que falla en Perdida, y además falla estrepitosamente, que es el guión. O más que el guión, el interés de la historia y su desarrollo. Los diálogos son buenos y están bien escritos, pero la historia no hay por donde cogerla y menos aún cuando se le dedican casi dos horas y media. Dos horas y media para contar la historia de una ¿desaparición? que no tiene ninguna tensión ni provoca intriga ni suspense ni casi nada. El ritmo es demasiado lento y no hay avances hasta prácticamente la última media hora. Menuda diferencia con, por ejemplo, la última hora de Zodiac, película que exhibía también cierto problema de ritmo durante su primer tercio y sin embargo entregaba después un último sector de antología, aderezado además con una tensión asfixiante que sí se sentía desde el principio. Por otro lado, Ben Affleck sigue sin dar con el tono adecuado como intérprete. El realizador de Argo ha demostrado que es un grandísimo director y guionista, pero como intérprete sigue abusando de su eterna mirada perdonavidas y su expresión pétrea (ver el mensaje de Nick en televisión).
Afortunadamente, Rosamund Pike emerge como un tsunami entre el culebrón para dar un golpe en la mesa y aportar de forma absolutamente brillante todo lo que le falta a la historia. Pike está tétrica, terrible, da casi miedo y consigue provocar mucho asco en el espectador, que es de lo que se trataba. Entre ella y esos veinte minutos finales magistrales que se marca la cinta se salvan los muebles de una película de excelente envoltorio y pobre interior. No merece los halagos desmedidos que está recibiendo. Esta vez no, David.
Lo mejor: Rosamund Pike. Un premio ya para ella. Y la dirección de Fincher.
Lo peor: Es lenta, aburrida muchas veces y lo que cuenta no tiene demasiado interés ni suspense.
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