sábado, 18 de enero de 2014

Blue Jasmine (2013)


Blue Jasmine es Cate Blanchett.
Cuesta encontrar palabras para definir la actuación de la excelente actriz australiana. Quizá nunca había estado mejor, y estamos hablando de una mujer que ha brillado en personajes como los de la dupla Elizabeth, Diario de un escándalo, Robin Hood, I'm not there o El aviador, por la que ya ganó un primer Oscar. La montaña rusa de emociones que es esta Blanche DuBois moderna llamada Jasmine resulta creíble gracias a la habilidad de Blanchett para pasar del drama a la comedia sin despeinarse. El mismo personaje en manos de una actriz menos dotada podría haber resultado insufrible y odioso, pero ella logra hacerlo muy humano y cercano a todos los tipos de espectador.
Entrando en materia de la película en sí, puede parecer que esta última propuesta de Allen, el genio de Manhattan (le pese a quien le pese y aunque se equivoque al hacer una película al año y de vez en cuando entregue naderías o cintas directamente malas, como Vicky Cristina Barcelona o Todo lo demás), anda algo falta de ritmo o no termina de cuajar. Existe una sensación extraña en sus primeros cincuenta minutos, en los que la película es una nueva lección de diálogo y personajes de Allen y un show espectacular de Blanchett pero deja aun así una sensación extraña, como de que las partes son mejores que el todo y este último no anda muy bien ensamblado. Si eso le ocurre a usted, querido lector, tenga paciencia, porque los siguientes cuarenta y cinco minutos son de casi auténtica obra maestra. Son en los que todos los personajes encuentran el tono y donde se suceden las escenas inolvidables (Chili y sus celos, Augie con Jasmine y Dwight en la calle, Jasmine descubriendo las infidelidades de Hal, Jasmine con Danny... y así podríamos seguir casi con cada momento, porque todo es de una perfección que asusta). Allen, inspirado claramente en Un tranvía llamado deseo, se marca una película casi perfecta, casi antológica si no fuera por ese comienzo más errático, y el disfrute o el sufrimiento (no queda muy claro) son máximos. Y qué decir del reparto que acompaña a Blanchett en su lucimiento. Louis C.K., Alec Baldwin y Peter Sarsgaard están perfectos cada cual en su rol, mientras que Bobby Cannavale (qué recuerdos de la última temporada de Ally McBeal o The Station Agent, diez años antes de su auge en Boardwalk Empire) y Sally Hawkins aprovechan el espacio que deja la australiana para brillar con dos actuaciones matizadas y maduradas hasta el extremo. Hawkins concretamente es un regalo para los cinéfilos, con esa alegría, ese desparpajo y esa naturalidad.
Mucho se ha hablado sobre si la protagonista debe dar pena al espectador o no, teniendo en cuenta cuál es la razón de sus desgracias y su manifiesto esnobismo y egocentrismo. Pero sí la da. y mucha, además. Por la sencilla razón de que es una mujer que se niega a ver y aceptar su declive, y no sé qué puede haber más lastimoso que éso. Un nuevo triunfo del maestro Allen.

Lo mejor: Cate Blanchett, Sally Hawkins, Bobby Cannavale y toda la película en sus últimos cuarenta y cinco minutos.
Lo peor: Le cuesta arrancar, o mejor dicho encontrar el tono adecuado en el arranque.

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