domingo, 30 de junio de 2013

After Earth (2013)

Will Smith quiere ver a su hijo brillar, y Shyamalan le sigue, le sigue la corriente...
... porque no quiere que diga la gente que se le olvidó cómo hacer un éxito.
Hecho el chiste (un poco cruel, de acuerdo), vamos a lo que importa, que es dejar las cosas bien claritas y poner las cartas sobre la mesa.
A estas alturas, quien esto escribe no se va a poner a defender a M. Night Shyamalan. Algún día, alguien gritará a los cuatro vientos lo que cualquiera con dos ojos en la cara debería poder ver, que es que, al margen de que gusten o no sus películas, es uno de los mejores realizadores que ha habido entre 1999 y 2006, y me refiero exclusivamente a su dominio de la técnica cinematográfica (el plano, el uso de la luz y el sonido, la tensión, el pulso narrativo). Y espero y deseo que algún día alguien reconozca que, al margen de El sexto sentido, El protegido y Señales, The Village y La joven del agua fueron dos películas excelentes (yo diría magistrales, incluso), llenas de emoción y humanidad, perjudicadas por campañas de promoción equivocadas y muchos críticos y espectadores llenos de envidia y mala leche. Ese Shyamalan maestro sigue vivo en alguna parte en After Earth. Hay algunos planos muy logrados que recuerdan al cineasta privilegiado que fue (ver el momento en que Cypher toca el cristal de la nave, percatándose de lo que está por llegar) y secuencias que sí merecen mucho la pena, como la del salto al vacío de Kitai, el prólogo o en general los primeros treinta minutos de película, los mejores y más equilibrados.
¿Cuál es el problema, entonces? Pues principalmente dos. El primero es que los fracasos acumulados han convertido al indio en un mercenario, sometido al mejor postor que pagase sus servicios. Y encima ha tenido la mala suerte de no acertar con los proyectos y de que su nombre sea visto como veneno para la taquilla.Y el segundo es que, en esta ocasión, ese mecenas ha sido Will Smith y el popular actor se ha gustado demasiado a sí mismo. Smith, creador de la historia, se creía que tenía algo gordo entre manos, y quizá así es... pero ha fallado estrepitosamente al poner en práctica la idea. La historia se ve afectada por unos bajones de ritmo continuos que lastran su desarrollo, el supuesto poder emocional de la historia de Cypher y Kitai no es ni la mitad de impactante que debería ser, y en ningún momento el espectador tiene la sensación de estar viendo algo realmente impresionante, algo por lo que merezca la pena pagar una entrada porque a buen seguro va a ser espectacular y memorable. No.
Y hay otro problema más. Jaden Smith. Mientras el todopoderoso patriarca hace lo que puede con su estereotipado rol y sale bastante airoso (a pesar de abusar de la mandíbula apretada y la mirada castigadora... ya saben... es que Cypher es un tipo duro), el retoño no está a la altura. Simple y llanamente. Y no lo está por la sencilla razón de que le faltan tablas y le falta talento para cumplir con un personaje de tamaño empaque dramático. Que no es que Kitai pueda compararse a Hamlet, ni mucho menos, pero sus conflictos y sentimientos requerían un actor más dotado y, sobre todo, más experimentado que Jaden. Flaco favor le hace Will a su hijo metiéndole en semejantes fregados, en vez de animarlo a formarse en Arte Dramático y empezar con cosas menos ambiciosas donde poder moldear su talento, si es que realmente lo tiene.
En resumen, que no es tan mala como se ha dicho, pero tampoco pasa de un simple aprobado. Y es una pena, porque en manos de otro creador que no fuese Smith, quizá podría haber estado muy bien. Una pena. Sobre todo por Shyamalan. Ojalá algún día pueda volver al cine que en realidad le gusta y que hacía tan bien.

Lo mejor: El aspecto visual de conjunto, y ciertos momentos de mayor garra y empaque dramático (ver la conversación entre padre e hijo previa al salto al vacío de este último).
Lo peor: Jaden Smith no puede dar a su personaje lo que requiere, y la película es sosa y anémica hasta la extenuación.

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