domingo, 6 de enero de 2013

Looper (2012)


Toca jugar a adivinar el futuro.
Porque existen de vez en cuando películas que se salen de la norma, que conjugan espectáculo y folosofía, cerebro y músculos, carne, sangre y cerebro. Porque todavía, aunque parezca imposible, existen películas capaces de sorprender, emocionar y sacudir por igual.
Rian Johnson es el nuevo Christopher Nolan.
Si le dan continuidad y puede seguir desarrollando esa personalidad creativa, desde luego que puede hacer cosas tan grandes como el genio tras la resurrección de Batman.
O mejor maticemos...
Quizás Johnson no llegue nunca a la maestría del autor de Origen, porque Nolan es mucho Nolan. Looper, de hecho, no es una película particularmente espectacular desde el punto de vista visual (aunque éso no quiere decir que la realización no sea correctísima, efectiva y elegante.... lo es y mucho). Pero lo que si ha conseguido el firmante de The Brothers Bloom es, en su tercera película (repito: tercera película) alcanzar un nivel vedado a muchos realizadores y guionistas que se precien, que es ni más ni menos que filmar una... ¿obra maestra? ¿un clásico? El tiempo dirá. Aquí y ahora, para todos nosotros, una gozada de película.
Una película que trata al espectador como inteligente, y que construye desde su guión (el guión... lo más importante en una película. Obvio, ¿verdad? ¿Y cuántas películas al año lo olvidan?) un castillo de naipes brillante que recuerda mucho a los juegos de Chris y Jonah Nolan. Porque en Looper, como en El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace u Origen, nada es lo que parece. Nada acaba siendo como empezó. Y por si fuera poco, hay un cuidado exquisito de todos los diálogos, de todos los personajes, de todas las situaciones (ver cómo se cruzan al final todas las líneas argumentales, o el giro que da la historia a partir de la entrada en escena de Sara y Cid). Johnson no deja nada al azar ni escribe a la remanguillé. Es, simple y llanamente, uno de los mejores guiones escritos en años, inteligente, complejo, desafiante, arriesgado, sin intención alguna de ser acomodaticio o digerible (ver las constantes palabrotas o el desnudo de Piper Perabo). Un modelo de cómo ha de escribirse ciencia-ficción... y cine en general.
Por si ésto fuera poco, Johnson escoge un reparto inmaculado. Paul Dano, siempre excelente, deja huella en su breve personaje. Bruce Willis recupera su mejor versión, el Willis grandísimo intérprete de 12 Monos o Pulp Fiction que deberíamos ver más menudo (ver sus miradas en la secuencia final). Joseph Gordon-Levitt se sobrepone enseguida al lastre que supone ese horrendo e innecesario maquillaje que lleva para parecerse a Willis (¿por qué? ¿desde cuándo se maquilla a los actores para que se parezcan entre sí cuando interpretan un mismo personaje en distintas etapas de su vida?) para echarse la película a sus espaldas con su habitual carisma y energía. Y Emily Blunt sigue por el camino de lo inolvidable, avasallando con esa naturalidad que siempre lleva por bandera (haga lo que haga, te la crees) y ese torrente de sentimientos que fluye por sus ojos. Es un ejercicio el suyo, en una palabra, inolvidable. Y no me olvido del pequeño Pierre Gagnon, inquietante e inolvidable, ni de Jeff Daniels.
En definitiva, una joya a madurar y apreciar, que seguramente será una película de culto dentro de unos años. Quizás estemos ante el comienzo de otra leyenda llamada Rian Johnson.

Lo mejor: Prácticamente todo.
Lo peor: Le cuesta un poquito arrancar. Y ¿de verdad no podía pasar la historia sin el toque romántico, único convencionalismo ante que cede el film?

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