sábado, 7 de mayo de 2011

Ágora (2009)

A veces ocurren cosas extrañas. A veces el mundo del cine parece del revés. A veces esa extraña especie que es la crítica cinematográfica hace cosas incomprensibles. No voy a ser yo la que alabe esa posición peloteada de la que goza Alejandro Amenábar en la prensa, entre otras cosas porque a veces es injusta y porque tiene más que ver con el odio infundado que muchos le tienen al otro gran triunfador en Hollywood, que es Almodóvar. Pero el porqué Ágora, que es muchísimo mejor película que Mar adentro, ha recibido tanto desprecio por parte de ciertos sectores críticos, es una duda que me atormenta. En mi opinión, Los otros sigue siendo la obra maestra de Amenábar, pero Ágora se le queda muy cerca.
Que Amenábar es un mago con la cámara no es ningún secreto. Sin embargo, el tono medio épico de la historia le permite demostrarlo en todo su esplendor. No puede jugar con la luz y las sombras, como hacía en Los otros, pero por el contrario se marca un estilo a lo Ridley Scott o Wolfgang Petersen que no está nada mal. Pero lo que hace de la película la cosa maravillosa que es es ni más ni menos que la emoción que desprende su historia, la emotividad de sus imágenes y la identificación total que existe entre personajes y espectador. La película no es 100% histórica, ni falta que le hace. Tampoco es anticristiana, como se ha dicho por ahí. Que esté ambientada en Alejandría y su protagonista sea Hipatia es únicamente una excusa. Lo que es Ágora es un alegato antibelicista y antifanatismo, venga de donde venga. De verdad que no comprendo qué problema hay en mostrar que los primitivos cristianos eran una panda de salvajes. Pues sí, claro. como los judíos, los paganos... com otodo el mundo. La historia que cuenta Amenábar es la de la Historia de la Humanidad, la de los oprimidos que se vuelven opresores cuando al fin ocupan el poder. Y la de la spersonas inocentes que pierden la vida por defender sus convicciones o, simplemente, por ser fieles a sí mismos únicamente. Porque esa es la tragedia de Hipatia. Y Amenábar lo ilustra con una segunda hora d emtraje magistral, en la que todo encaja con total precisión, y en la que los actores brillan como nunca. Rachel Weisz demuestra una vez más la magnífica actriz que es (atención a las escenas con su esclavo Aspasio, emotivas y bellísimas), y tanto Oscar Isaac (brillante en su visita al templo) como Max Minghella (ver el final, con ese soberbio trabajo de ojos que hace) resultan una gratísima sorpresa.
Es una lástima que Amenábar no haya cuidado más los primeros cuarenta minutos de película, algo flojos, porque si no fuera por éso yo ya estaría hablando más entusiasmada aún de una nueva obra maestra.

Lo mejor: Casi todo.
Lo peor: Los primeros 40 minutos, que no están a la altura de la película.

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